Las bolsas tiemblan porque al fondo soberano Dubai World le he dado por jugar a rico y empieza a sufrir.

Es lo que ocurre cuando construyes rascacielos en el mar sin antes construir personas en tierra. Hemos pasado del latrocinio privado de los bancos de inversión y de los fondos de Wall Street, que tienen secuestrado el ahorro privado, al latrocinio público de los muy soberanos fondos del Golfo, es decir, una serie de clanes familiares que controlan los Estados en esta zona del mundo y que no hacen otra cosa que recibir petrodólares y petroeuros y gastarlos en lo primero que se les ocurre. Quisieron hacer Nueva York en el desierto y lo construyeron tan rápido que ahora se han pillado los dedos y hacen tambalearse a todas aquellas empresas occidentales en las que participan.

A la vieja pregunta qué se puede hacer con 10.000 millones que no se pueda hacer con 5.000, podemos responder la insensatez de Dubai: ¿qué pinta un rascacielos hincado en mitad del desierto?  

La propiedad es un derecho pero para ser justa hay que tratarla como al estiércol: la propiedad privada es justa cuando está convenientemente extendido.

La propiedad financiera es privada, pero es fiduciaria. Por eso, el capitalismo tiene tan poco que ver con el liberalismo, sea capitalismo bursátil o capitalismo de Estado. El liberalismo defiende el inalienable y magnífico derecho a la propiedad privada, siempre que esté convenientemente extendido. ¿Luego el capitalismo es la colusión, en cuanto defiende la propiedad privada? No, porque tanto en la gran empresa como en los mercados financieros, la propiedad es fiduciaria. Los directivos de la firma utilizan el dinero de millones de accionistas como si fueran propios y los gestores de Bolsa utilizan el dinero de millones de ahorradores de igual forma. En ambos casos, si las cosas van bien, ellos cobrarán más que el propietario y si las cosas van mal ellos cobrarán igual y los propietarios se quedarán en cueros. Al final, todos pagaremos sus desafueros como ya lo hemos pagado durante la actual crisis que comenzara en 2007.

Los fondos soberanos siguen el mismo ritmo: dinero de los demás, sólo que esta vez el dinero público. Lo mismo da: es dinero de los demás. En el Golfo, unos clanes controlan el Estado y los ingresos del petróleo y no saben en qué gastarlo. Es también dinero de los demás porque lo suyo es una expropiación de los recursos naturales de su país, un secuestro, no de los ahorros de particulares, sino del Estado.  

Eulogio López

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