Algunos lectores nos preguntan por qué Hispanidad arremete tanto contra el PP. Sus reclamaciones revelan esa curiosa dicotomía que la mayoría establece entre Cristianismo y derecha política. Hasta cierto punto es lógico: la izquierda se ha vuelto progresista, y, por tanto, la justicia social ha dejado de importarle para convertirse en mero progresismo. Ya saben: "Abajo los curas y arriba las faldas". Y así, no es el cristianismo quien se cierra a la izquierda, sino la izquierda quien cierra el portón a los cristianos. Muy triste, pero muy cierto.
Ahora bien, como dijo alguien que mejor no citar en este momento, lo contrario de un chichón en la frente es un agujero en la frente… y tampoco es agradable. Y siguiendo a quien sí se puede citar, a Gilbert Chesterton, "el enemigo de la familia –uno de los valores cristianos más vapuleados por los políticos en el siglo XXI- no está en Moscú, sino en Nueva York".
Pero no sólo es en asuntos como defensa de la vida más inocente o familia, por lo que el PP me resulta antipático. No, la derecha española ha sido, desde la Transición, un nido de trepas que han hecho buena la genial frase de Indro Montanelli en vísperas de elecciones: "Así que ya lo sabéis: tapaos la nariz y votad Democracia Cristiana". Me refiero a la manifestación convocada en Navarra para el próximo sábado, en contra de la anexión de la Comunidad Foral a Euskadi, una de las cesiones que, gradualmente, Zapatero está dispuesto a otorgar a ETA.
Lo primero, los datos: Disposición Transitoria IV de la Constitución Española de 1978:
"En el caso de Navarra, y a efectos de su incorporación al Consejo General Vasco o al régimen autonómico vasco que le sustituya, en lugar de lo que establece el artículo 143 de la Constitución, la iniciativa corresponde al Órgano Foral competente, el cual adoptará su decisión por mayoría de los miembros que lo componen. Para la validez de dicha iniciativa será preciso, además, que la decisión del Órgano Foral competente sea ratificada por referéndum expresamente convocado al efecto, y aprobado por mayoría de los votos válidos emitidos".
Es decir, que si el Gobierno de Navarra quisiera integrarse en Euskadi debe ser refrendado por los navarros en referéndum. Por los navarros, no por los vasco-navarros, como pretende Otegi, y a los que se podría responder que, si votan los vascos en esa consulta, también deberíamos votar todos los españoles.
En definitiva, sobre los navarros siempre ha pesado como una losa esta Disposición Transitoria IV de la Constitución. Esta Disposición fue introducida por Adolfo Suárez para contentar a Juan Carlos Garaicoechea (sí, por eso le llamaban Juan Carlos I de Euskadi y II de España), entonces lehendakari y luego tránsfuga y creador del Eusko Alkartasuna.
El texto de marras provocó un cabreo mayúsculo en la Ejecutiva de la UCD navarra, presidida por Jaime Ignacio del Burgo, hoy diputado del PP. Todos sus miembros se trasladaron a Madrid y amenazaron a Adolfo Suárez con dimitir en pleno si la famosa Disposición era aprobada. Suárez reaccionó con tranquilidad: llamó a capítulo a Del Burgo y le advirtió que su carrera política podía acabar de concejal en el Ayuntamiento de Pamplona en el caso de que no tragara con aquello. La maniobra de Del Burgo fue rápida: absorbió a Izquierda Democrática y con la "fusión" de formaciones se vio "obligado" a modificar la Ejecutiva, dejando entrar en ella a los chicos de ID, entre ellos a Javier Moscoso, que luego sería ministro en el Gobierno socialistas de Felipe González, y que pasará a la historia por los "moscosos", o días libres que otorgó a los funcionarios, para los cuales es un verdadero ídolo. Con el cambio en la Ejecutiva, Del Burgo, hoy defensor de la teoría de la Conspiración en el seno del partido de Rajoy, consiguió que se aprobara la Disposición Transitoria IV aún a costa de romper la UCD navarra. En efecto, Jesús Aizpún se marchó con buena parte del partido y creó Unión del Pueblo Navarro.
Ahora, con el aprendiz de brujo, el insensato Zapatero, el asunto cobra su importancia. En efecto, si hay algo que ZP está dispuesto a otorgar a ETA y al nacionalismo vaco es Navarra. Lo hará poco a poco, siguiendo la hoja de ruta que planta la Disposición: introduciendo a Navarra dentro de una sobreestructura vasco-navarra. Todo es cuestión de empezar.
¿Ganarían los pro-vascos un referéndum? Probablemente no, pero lo bueno que tienen los referendos secesionistas es que cinco "noes" valen menos que un "sí". Y todo por la maldita Disposición Adicional IV del señorito Del Burgo, el gran navarrista. Pero es que, además, la consulta se podría perder. La clave está en los políticos navarros del PSOE. Recuerden que ZP ya ha cambiado al seguro Carlos Chivite por el dudoso Fernando Puras. Y no olvidemos que en el 78, cuando se aprueba la Disposición IV, ni tan siquiera existía el Partido Socialista de Navarra: era una filial del Partido Socialista de Euskadi (PSE).
Ahora, mi única pregunta es: ¿Qué sitio ocupará Jaime Ignacio del Burgo en la manifestación del sábado?
¿Comprenden ahora por qué me gusta tan poco el PP?
Eulogio López