Sr. Director:
En una catedral llena de navarros don Fernando se despidió este domingo de una tierra que le ha acogido estos años.
Ha sido un lujo de arzobispo, un regalo para esta diócesis y no sólo por su reconocida talla intelectual sino creo que sobre todo porque en él todo el pueblo navarro ha tenido un verdadero padre que daba ejemplo de coherencia y de fe en los momentos buenos y en los no tan buenos.
Es hora de decirle adiós y así lo estamos haciendo todos: los sacerdotes, los religiosos, los ancianos, los enfermos, los niños y los jóvenes, los consagrados… en fin todas las familias que de una u otra manera nos hemos sentido siempre reconfortados con su oración y su presencia.
Se lo decimos con pena, pero también con el gozo de saber que la herencia que nos deja es mucha y que cada cual como hijo se cogerá de ella lo que más quiera. Yo también lo hago: me quedo con sus referencias a la dignidad de la mujer, y en concreto con su valoración de la maternidad y su papel fundamental como vínculo de unión en la familia y en la sociedad.
Y me quedo también con algo que gracias a don Fernando Sebastián aprendí: que las madres, como los sacerdotes, siempre deben estar disponibles y por eso sé que don Fernando se queda para siempre.
Pilar Pérez
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