Rubén Manso, colaborador de Hispanidad (en la imagen) es, probablemente, el mejor experto en contabilidad financiera que existe ahora mismo en España. Un defecto grave éste, sin duda, del amor a la contabilidad que hace realidad la máxima favorita de don Emilio Botín: "Lo que no son cuentas, son cuentos". Ya metidos en cita, recordemos la contraidea: "La contabilidad es una ciencia exacta porque dice exactamente lo que uno quiere que diga".
Ahora bien, Manso eleva la contabilidad a justicia social y la justicia social a filosofía y eso le convierte en un tipo más respetable, por más que el 99% de su respetabilidad consista en ser amigo de un tal Eulogio López.
Y entonces -por lo de la elevación y en parte por lo de la amistad- se convierte en un tipo de obligada lectura y en uno de los articulistas periodísticos más respetados en materia económica, porque dice lo que no dicen lo demás. ¿Qué es Manso? Yo diría que es un liberal de lo más anticapitalista, porque entiende, como el abajo firmante, que el capitalismo no es más que el socialismo de la más peligrosa alianza pirata del momento: la que forman los gobiernos y los mercados.
Dicho de otra forma: ¿Qué es un liberal? Aquel que cree en la propiedad privada. Pero en la propiedad privada real, no fiduciaria, es decir, aquella propiedad privada que se libera, porque se controla y se disfruta. El accionista del Santander no controla el Santander aunque tenga más acciones que Emilio Botín. Mandan los intermediarios, las infraestructuras: manda Botín.
Y la única propiedad privada que se puede controlar es la propiedad privada pequeña: mi casa, mi empresa, aquello que me permite ser independiente.
Y precisamente ahí es donde me rebelo contra Desconfíen siempre del Gobierno, el nuevo libro de Manso. El Gobierno no es malo porque sea público sino porque es grande y atenta contra la propiedad privada con el BOE en la mano. Tan malo como el Gobierno son los mercados, porque son grandes, o los grandes bancos y las grandes empresas -quienes, por cierto, cada vez apetecen más a los bancos y se gestionan como los bancos-, bajo el único principio supremo de la liquidez.
Se lo explico con la frase de Chesterton que ya he citado en otras ocasiones. "¿Qué más me da que todas las tierras del Condado sean del Gobierno o del Duque de Sutherland? El caso es que no están repartidas". Por cierto, resulta curioso que esta idea siempre haya sido entendida mejor por las mujeres que por los hombres. La propiedad común no gusta a las féminas.
En cualquier caso, la obra recién publicada reúne artículos y pensamientos sobre la economía que no puede usted dejar pasar. Porque Manso -gracias a su amistad conmigo, como creo haber dicho antes- hace agradable la economía y, sobre todo, destroza al principal enemigo de la ciencia económica: la pedantería.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com