Rocco Buttiglione puede perder o no su puesto de comisario europeo, pero lo perderá porque ha hablado claro. ¿No es esto formidable? Dejemos de lado la cuestión. Quedémonos con la novedad de que un personaje público dice lo que piensa y, ¡Cielo Santo!, se arriesga a perder el cargo.
En la Argentina ha ocurrido algo similar con la reciente conmemoración del 12 de octubre. Pablo Sánchez Terán, cónsul español en la provincia de Córdoba, se le ocurrió defender la colonización española advirtiendo que peor estaríais con los incas.
¿Podía permitirse tal desafuero? Nunca jamás. El buen cónsul ha tenido que recurrir a la mentira cobarde para disfrazar su actitud valiente: es que la periodista no me entendió, es que yo no quise ofender a las civilizaciones precolombinas, es que
Está bien, entonces las ofenderemos desde aquí. Aztecas, mayas, incas, quizás los tres imperios más importantes de la América pre-1492, no eran sino tiranías primitivas, con cultos idolátricos sangrientos, ferozmente imperialistas, culturalmente retrasados, económicamente primitivos y muy, muy crueles.
Los conquistadores españoles trajeron su fe, su lengua, pero también el final de, por ejemplo, las liturgias más aberrantes. Especialmente terminaron con los sacrificios humanos. ¿Que la colonización inglesa provocó más riqueza? Sí, pero antes exterminó a los aborígenes. La hispanidad es mestizaje (ciertamente donde menos mestizaje se dio fue en la Argentina y Chile, pero esa es otra cuestión). Por el contrario, la colonización anglosajona fue genocidio y suplantación de razas.
Como es conocida mi vena pro-judía, no soy sospechoso sobre lo que voy a decir. Las reacciones a las palabras del señor cónsul (que, por ahora, se ha librado de que Kirchner le encarcele o Zapatero le excomulgue) me recuerdan las reacciones de los turistas occidentales en Jerusalén. Llegan al aeropuerto Ben Gurión bramando contra la cruel política israelí (y es cierto, Sharon es cruel con los palestinos), pero en cuanto comienzan a andar por el barrio viejo de Jerusalén, no digamos nada si se trata de Belén o Nazaret, se pegan a los policías y soldados israelíes o a algún franciscano de origen español, italiano o mexicano. Simplemente, los palestinos, a los que tanto defienden en Madrid, les dan miedo.
A lo mejor con Buttiglione y este tipo de cónsules (en sus primeras declaraciones, no en sus lamentables rectificaciones y aclaraciones) vencemos a uno de los más enconados enemigos de la civilización actual: el eufemismo. Porque a algunos nunca les llega el momento de hablar claro.
Eulogio López