Aunque Cuestión de honor aborda un tema repetido en la gran pantalla como es la corrupción policial, Gavin OConnor lo desarrolla con bastante maestría quizás porque lo circunscribe dentro de un dilema moral
Una respetable familia, que cuenta con varias generaciones de agentes de policía, se ve envuelta en un turbio escándalo en la ciudad de Nueva York. Este grave asunto conducirá al enfrentamiento entre algunos de sus miembros
Edward Norton, Colin Farrell, Jon Voight y Noah Emmerich encarnan a los protagonistas de este drama policial tan emotivo como bien desarrollado por Gavin OConnor, el director y guionista de la película, que conoce perfectamente los lazos familiares que unen, en lo personal y en lo profesional, a los oficiales de policía puesto que él y su hermano gemelo, el productor Gregory OConnor, pertenecieron a ese mundo al trabajar su padre como agente de policía en la ciudad de Nueva York.
Por ello lo interesante de este largometraje violento pero magnífico no es la investigación que conduce a descubrir a los elementos enfermos dentro del sistema sino el conflicto de intereses y de conciencia en el que se verá envuelto el detective Ray Tierney/Edward Norton cuando avanza en sus pesquisas. Éstas le plantearán un dilema moral: ¿A quién debe más lealtad: a su familia o al cuerpo de policía? Lo que se traduce en: ¿Se debe apostar por la verdad a pesar del dolor que puede suponer para los seres más queridos? Asimismo este argumento brillante también analiza los peligros que conlleva el escudarse tras un uniforme para imponer la ley de la fuerza y la facilidad con la que uno puede pasarse al lado oscuro
La nota anecdótica de la película la aporta el perfeccionista Edward Norton que, en la versión original, habla un simpático castellano con acento mexicano (al parecer aprendido en su convivencia con la actriz Salma Hayek)
Para: Los que les apasione en el cine los dramas que aborden dilemas de conciencia