Probablemente el suceso más espeluznante con el que se cierra el año 2005 en España sea la muerte de la mendiga de Barcelona, aquella que se había refugiado del frío en una sucursal de La Caixa. Tres adolescentes la quemaron viva por que se les fue la mano, una noche que habían salido a divertirse.
¿Qué sintieron cuando se les pasó la borrachera de crueldad? ¿Arrepentimiento o miedo? Por sus palabras, por sus reacciones (huida incluida) uno diría que sintieron más pánico para afrontar su responsabilidad que remordimiento. Por lo general el arrepentimiento lleva a confesar la culpa e intentar enmendar el daño. Incluso en el homicidio, cuando la restauración es imposible el hombre puede arrebatar la vida, pero no puede otorgarla-, en la esencia misma del arrepentimiento radica el intento de reparar daño causado.
Pero hay algo aún más grave. Esos adolescentes han mostrado una ausencia absoluta de misericordia. Morir abrasado es una de las muertes más horribles. Seguro que no quisieron hacerlo, que sólo querían asustarla, pero la piedad no sólo implica no matar, sino no someter a nadie al terror, por ejemplo, al terror de las llamas.
Y más. ¿Qué adolescentes estamos fabricando? La película que bulle en mi cabeza es la de unos jóvenes a los que molestaba la debilidad de una indigente. Ahí comienza la degeneración de las personas y de la sociedad: la debilidad molesta, cuando desaparece la misericordia.
Eulogio López