Decíamos ayer que la muerte de Ben Laden a manos de soldados norteamericanos tenía muchos puntos oscuros y que, además, no era moralmente aceptable, por cuanto el fin no justifica los medios.
El objetivo del comando enviado por el presidente a Barack Obama no debió consistir en pegarle dos tiros al terrorista sino el de detenerle y llevárselo para ser juzgado. Una opción más compleja, claro, y hasta peligrosa, pero más justa, la única, por ejemplo, que puede aceptar un cristiano.

Ahora, una hija del terrorista asegura que su padre fue capturado vivo y luego ejecutado. Si a ello unimos que la Casa Blanca comenzó diciendo que el líder de Al Qaeda se defendió y luego que no iba armado pero opuso resistencia...

En cualquier caso, ahora se teme la venganza. La temen los franceses, por ejemplo, que tienen a siete rehenes en poder de Al Qaeda, en el Magreb. El presidente Sarkozy asegura que "con el terrorismo no hay ceder, sino combatir". Ahora bien, él mismo comenzó haciendo lo que debía: enviar a un comando para liberar a los rehenes. Y eso sí es ético, porque se trata de liberar a unos compatriotas, aunque el riesgo sea elevado. El riesgo de que haya muertos, no de que el prestigio de los políticos se derrumbe. El caso es que fracasó y, desde entonces también ha pagado rescates por sus compatriotas.

Al mismo tiempo, la Audiencia Nacional acaba de reconocer que el Gobierno Zapatero, siempre cobardón, pagó por rescatar a los tripulantes del Alakrana, secuestrado por piratas somalíes. Es decir, que Zapatero mintió.

La razón la tiene Sarkozy, no Zapatero. Frente al terrorismo hay que ser fuerte y asumir riesgos, pero siempre en busca de la justicia, no de la venganza.

Eulogio López
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