Buen trabajo periodístico el de Cruz Morcillo en el diario ABC, al radiografiar a los grupos violentos de extrema derecha y de extrema izquierda (suelen confundirse). Los famosos ‘skin head', más su versión roja, los ‘red skin', y a los que habría que añadir -con los barbarismos- lo que ahora se denomina el ‘Sharp' -una denominación de tono más ‘comercial'- que abarca a ‘okupas', ecologistas, nacionalistas, anarquistas y otros convencidos de que la higiene nada tiene que ver con la ética (Y en esto, querido lector, andan sobrados de razón).

Habla de 8.000 ultras, y de que los de izquierdas están menos controlados que los de derechas. ¿Por qué será? Pero eso es lo de menos. Lo de más es que van en aumento, y que todos ellos tienen un común denominador: les gusta la violencia, les gusta tener un enemigo y, sobre todo, masacrarlo. O sea, la civilización del amor, que le dicen.

Y es entonces cuando todos nos llevamos las manos a la cabeza: Pero, ¿qué les ocurre a estos chicos? Y, con premura, elaboramos un código de valores para meternos en vereda. Sin ir más lejos, el desarrollo sostenible, la cursilería infinita del cambio climático. Y claro, el skin en formación acaba concluyendo que, puestos a elegir, mejor abrir un cráneo que macerar un cerebro, mejor la conclusión que la discusión y mejor el petate que el debate. En las escuelas de negocios, a esta doctrina le llaman eficiencia.

Pero vamos a ver: ¿Cómo vamos a luchar contra los totalitarismos, contra el nazismo y el comunismo redivivos, contra ‘skin' o ‘red skin', con el nihilismo como única arma? Pobres ilusos. O con la diosa Gaia, de la madre tierra (su pastelera madre, que diría Forges), es decir, con ese panteísmo vacuo que a nadie consuela ni a nadie sacia, precisamente porque no habla de alguien, porque lo que predica es un ‘qué', no un ‘quién'.

No hombre no. Los skin son darwinianos: creen en la muy liberal filosofía de la supervivencia del más fuerte, y en esa filosofía no hay sitio para la clemencia, ni tan siquiera con los niños no nacidos. Lo de menos es que ese darwinismo adopte modelos marxistas o fascistas, independentistas o inmobiliarios (los okupas): lo mismo da. Los skin son radicales de la violencia -no de la verdad- y los cristianos del siglo XX, bajo la máscara de la democracia y la libertad individual, se enfrentaron y  vencieron a los radicales de entonces, a los totalitarismos marxista y fascista. El Estado de Derecho no es más que otro hijo de la civilización cristiana, que establece la radical igualdad de todos ante la ley bajo la premisa, no de que hayamos nacido hermanos (fraternidad ilustrada) sino de que somos hijos del mismo Dios. De la idea cristiana nace la igualdad en la diversidad, así que tanto leninismo como nazismo tardaron minutos en chocar contra esa civilización cristiana.

Ese sentimiento cristiano, aún vigente en la modernidad del pasado siglo, destruyó al comunismo y al nazismo, que sólo creían en la unidad de las clases sociales o de las razas, dos sublimes tonterías que no podían mantenerse en pié ni un siglo, aunque les dio tiempo para cosechar el siglo más homicida de la historia.

Los red ‘skin', o los ‘ultraskin', al igual que los fundamentalistas islámicos, creen en algo. Ese algo es aberrante, está lleno de odio y no sabe construir, sólo destruir. Pero creen en algo, al igual que los fanáticos musulmanes. Contra ese algo, sólo puede luchar una sociedad que cree en la dignidad incomparable de los hijos de Dios. Esa sociedad se llama cristiandad porque, se lo aseguro, Gaia no va a terminar con las puñaladas entre skin y red skin en las calles de Madrid. El catecismo cuenta con muchas más probabilidades de éxito.

Eulogio López

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