Los obispos están decepcionados porque, tras muchas reuniones con la ministra de Educación, Mercedes Cabrera, la asignatura de religión será opcional y no evaluable. Es decir, que no servirá para nada. Ha vuelto a demostrarse a qué se refieren los obispos cuando hablan de diálogo : la cosa consiste en sentarse en una mesa longitudinal ubicada en una habitación longitudinal. En un lateral se sitúan los unos; enfrente, los otros. Se llama a las cámaras de TV, las cuales, tras filmar un mudo, se van a montar las imágenes. De este modo, el político puede escenificar es más, los medios lo escenifican por él- el diálogo. Más tarde, pongamos un mes, o dos, según depende, se comunica que se ejecutará lo que el Gobierno ya tenía pensado desde la primera toma de imágenes del diálogo. Es decir, que la religión será una maría a la que los alumnos no harán ni caso, por la sencilla razón de que no pueden suspenderla, nunca queda para septiembre.
La lectura es sencilla: la dialogante ministra del ramo, señora Cabrera, ha hecho esfuerzos ímprobos por llegar a un acuerdo con esos señores obispos, tan cabezones e intolerantes, pero, desgraciadamente, no ha sido posible, y está claro que el Gobierno tiene que gobernar como su mismo nombre indica.
Un mes atrás, cuando comenzó la comedia, el Gobierno Zapatero defendía una asignatura de religión no evaluable, sin compensación pedagógica, además de introducir una cuña: que fuera el Gobierno, y no la Iglesia católica, quien decida quién está capacitado para dar clase de catolicismo. Tras un mes de diálogo, ¿han observado ustedes que el Gobierno haya cedido un ápice? No, desde luego, pero nadie podrá acusarle de estar cerrado al diálogo.
Lo más gracioso es que el Gobierno Zapatero, asustado por la violencia y la tristeza de nuestros adolescentes los pobres no se aguantan ni a sí mismos-, busca desesperadamente una nueva moral que sustituya a la moral cristiana. Algo muy difícil de conseguir porque es como pretender sustituir un Rioja gran Reserva por el vino sin alcohol, el café por el descafeinado, el habano por el tabaco ligth o el ibérico por el jamón dulce.
La progresía repite que la escuela no está para dar catequesis, y pretende sustituirlo por el hecho religioso, un coñazo insoportable, pero en el fondo lo que quiere es catequesis, o al menos uno de los resultados de la catequesis: que no se le desmande el corral, al que nadie sabe cómo meter en vereda. Y es lógico : han sido los progres quienes han enseñado, con el mejor predicador, Fray Ejemplo, que cualquier autoridad moral puede y debe ser discutida. Sus alumnos simplemente han aprendido la lección, y la han aplicado, en primer lugar, a sus maestros: ahora sus maestros están aterrados. ¡Claro que el progre quiere catequesis y no instrucción! Quizás no sepa qué tipo de catequesis, pero que quiere catequesis, vaya que si la quiere.
Respecto a la postura de la Iglesia, cargada de razón, sin duda, dos cosas. La primera que, en mi modesta opinión, se ha equivocado de táctica. La Iglesia no tiene que pedir aunque le asiste todo el derecho para hacerlo, dado que así lo solicitan los padres- financiación de la enseñanza religiosa, sino libertad de enseñanza. Nadie discute que el Estado debe financiar la enseñanza es su obligación primera- pero el asunto es que, por razones históricas, la jerarquía española, y otras muchas, han apostado por el sistema de conciertos, donde el Estado cumple su obligación de financiar la educación financiando a los empresarios, en lugar de financiar a los padres. Es decir, que la libertad educativa sólo tiene un camino : el cheque escolar, dar el poder a los padres. Mientras continúe el sistema de conciertos, continuará el chantaje del Gobierno a la Iglesia, a los empresarios siempre pendientes de agradar a los gobernantes que les pagan y no a los padres que les encomiendan a sus hijos- y a esos mismos padres.
Pero hay otra cuestión que merece la pena replantearse ahora que la ministra de ZP acaba de dar el golpe de gracia a la enseñanza de la religión en las escuelas que, independientemente del sectarismo tonto de Zapatero, no está sirviendo para mucho. En primer lugar, porque el que no tiene fe no puede enseñar caridad, que de esto hablamos. Lo mejor que podría hacer la jerarquía eclesiástica es anular todos los textos de religión en vigor, una verdadera colección de cursilerías y ñoñeces, y volver a enseñar el catecismo católico, la obra cumbre del Pontificado de Juan Pablo II y a leer el Evangelio.
Eulogio López