Las conversaciones informales mantenidas en Buenos Aires entre el representate del Gobierno norteamericano, Ross Wilson, y el representante de Mercosur, Martín Redrado, no van bien. En realidad, van muy mal. Tan mal que podría ponerse en entredicho el nacimiento del proyecto ALCA, previsto para el 22 de abril en la ciudad mexicana de Puebla.
El principal escollo se encuentra en la negativa del Ejecutivo Bush a renunciar a los subsidios al sector agrario. Una medida muy poco liberal justificada bajo el principio estratégico de suficiencia alimentaria. En el fondo, Estados Unidos desconfía de que la dependencia agrícola-ganadera no vaya a suponer cesión de soberanía. Es decir, que no está dispuesto a construir un verdadero espacio de libre comercio panamericano.
El asunto resulta más grave si tenemos en cuenta que las economías iberoamericanas son economías fuertemente dependientes del sector primario y que la única posibilidad que tienen para avanzar en el desarrollo económico-social es encontrar mercados para sus competitivas producciones. Unos mercados que son bloqueados por los grandes consumidores mundiales –Estados Unidos y Europa- bajo el principio de suficiencia alimentaria. Un liberalismo asimétrico que no parecen dispuestos a permitir ese eje de fuerza Lula-Kirchner que componen Mercosur y que apuestan fuerte por la integración regional y la relación de mutua fidelidad y respeto a la soberanía con el poderoso vecino del norte.