Thatcher aguantó el tirón de las huelgas. No cedió al chantaje. Su fortaleza era su debilidad. Y a la inversa. El pulso fue duro. Y largo. Pero terminó doblándoles el pulso. Aguirre hará lo mismo. No se va a arredrar ante lo que ya ha calificado como chantaje. También ha anunciado que abrirá expedientes ante los incumplimientos de los servicios mínimos, esenciales cuando se trata de servicios mínimos que paralizan la ciudad e incomunican a los ciudadanos. Incluso ha puesto en marcha un servicio de autobuses alternativos al Metro.
Los sindicalistas están crecidos. Han logrado la unidad en la Asamblea celebrada con nocturnidad el pasado lunes. Eso sí, a mano alzada. Come il faut. Además, ningún maquinista se ha ofrecido a llevar los trenes a Barajas. Nadie quiere ser tachado de esquirol. Y por si fuera poco, han logrado doblarle la espalda a la presidenta regional para regocijo de los socialistas. El mismo Rubalcaba reconocía en la entrevista-masaje del domingo en el que reconocía que él habría estado en la huelga del transporte que ordenó despejar. Así las cosas, a Aguirre no le queda otra que aguantar el tirón. Y rezar porque no haya ningún juez que les dé la razón a los sindicalistas
Andrés Velázquez
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