Sr. Director:
El Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales ha emitido una campaña publicitario cuya valoración se eleva a unos 1,9 millones de euros, monto destinado a la compra de espacios publicitarios. En esta campaña se muestran los dispositivos puestos en funcionamiento por la ley para proteger a las atormentadas y condenar al bravucón. Por otra parte, una investigación del Instituto de la Mujer sobre "la violencia contra las mujeres, en un entorno laboral sexista, y en un marco con abuso de poder", el 10 por ciento de las asalariadas han experimentado acoso sexual durante el último año y sólo un 25 por ciento descubre haberlo revelado. La indagación se ha basado en más de 2.000 entrevistas a esposas de menos de 64 años, que se hallaban trajinando. Las torturadas suelen ser chicas jóvenes, universitarias, casaderas de menos de 34 años y sobre todo frágiles. El perseguidor suele ser una persona desposada y con primogénitos, su voluntad suele ser ingenua, inconstante, sexista y machista.
Las vejadas manifiestan poca confianza en las instituciones, sólo el 1,6 por ciento ha arribado a un organismo público en busca de amparo. Más de un 70 por ciento de los recomendaciones conseguidas muestran una total indiferencia ante el problema. "Llevaba 28 años en la empresa y era feliz con mi trabajo, llegó un nuevo jefe. Él estaba contento conmigo y me felicitaba. A veces me echaba la mano por el hombro mientras me decía, "qué bien hace el trabajo", o me invitaba a tomar un café. Un día me regaló una caja de bombones. En una ocasión, estaba sola en una sala pequeña, de repente me encontré contra la pared y sus brazos. Me quedé paralizada.
Al cabo de pocos minutos, casi tres décadas de apacible vida laboral se transformaron en un tormento. Empezaba a temblar sólo con verle. Me sentía culpable y avergonzada. Cada mañana, el entrar en la fábrica, se convertía en un suplicio. Tres meses después la situación se hizo insostenible". Este es el testimonio de una hostigada sexualmente por su director inmediato.
Clemente Ferrer Roselló
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