• Gustavo de Arístegui se queda fuera de las listas del PP. 
  • La tendencia al duopolio: Familia y Vida no se puede presentar en Barcelona. 
  • ¿China dominará el mundo? ¿Occidente ha muerto? No, la justicia siempre gana, también la batalla económica
  • La Historia del viejo Maestro
Me lo cuenta Esperanza Aguirre, con su habitual a poner el dedo en la llaga y a veces en el ojo: "Alguien ha escrito que me van a hacer ministra de Exteriores. A lo mejor es porque ninguno de los candidatos habla inglés". Un detalle menor, porque hablar inglés no es lo más importante en un canciller, pero sirve para dar una idea del impulso natural del próximo presidente del Gobierno, creo, Mariano Rajoy: si algo le desagrada es la excelencia, quizás porque sospecha que el excelente puede disputarle el poder, aunque la verdadera excelencia nunca pelea por los cargos sino por los principios (ahora conocidos como valores). Total, que ha dejado fuera de las listas del PP al Congreso al mejor portavoz de Exteriores con el que podía contar: a Gustavo de Arístegui (en la imagen).

 

 

La historia del democristiano Arístegui le introduce en el mundo de la excelencia. Diplomático, sufrió en sus propias carnes el terrorismo islámico, que acabó con la vida de su padre. Sin embargo, en una reciente entrevista de la razón, Arístegui muestra su talante de luchador sin violencia: "La mayoría de los musulmanes son moderados: decir lo contrario es alimentar el furor extremista, es confundir a víctimas con verdugos. Alimentar el odio a los musulmanes es el mayor favor que se puede hacer al terrorismo yihadista".

Templanza que en Arístegui va acompañadas de fortaleza: Y así esas palabras son, no sólo resultan compatibles, sino también complementarias, con estas otras, acerca de la invernal primavera árabe: "Se ha visto en muchas revoluciones: los que derrocan pueden ser peores que los derrocados. Los islamistas radicales esperan agazapados y, cuando consiguen llegar al poder, no se apean de él. La sharia es incompatible con la democracia". Es decir, la actitud propia de un cristiano.

Gustavo me recuerda el grito de los requetés navarros durante la Guerra Civil: 'Disparad al enemigo, pero sin odio'.   

Pues bien, a Don Mariano no le gustan los cristianos, o, al menos, al igual que Lenin, defiende a los cristianos tibios y masacra a los cristianos consecuentes. Sí, ya sé que Lenin los aniquilaba y Rajoy sólo los condena al silencio, pero ambos operan según el mismo motor de búsqueda.

Por cierto, Arístegui domina el inglés a la perfección. Y no sólo el inglés.

Familia y Vida (FyV) no se puede presentar en Barcelona

Esta es la historia del duopolio, también conocido como el espejismo de la democracia.

La Junta Electoral Provincial de Barcelona ha acordado la exclusión de la candidatura del partido Familia y Vida por Barcelona, por avales insuficientes. Lo de los avales es una coña manifiesta, una más, para poner todo tipo de trabas a las formaciones minoritarias y extraparlamentarias, todo con vistas a blindar el duopolio político PP-PSOE en el conjunto de España. Ya saben: demócratas y republicanos, no caben más, o sólo caben en circunscripciones pequeñas para ofrecer una vía a los partidos nacionalistas y que dejen de incordiar.

Colaboré con la formación que dirige Rafael Llorente tiempo atrás, como partido que defendía dos principios a los que no pienso renunciar, porque me juego mucho en el envite: la vida, desde la concepción hasta la muerte natural y la familia natural, es decir, los dos soportes de la arquitectura mundial de derechos humanos. Naturalmente, al PSOE no le gusta Familia y Vida porque son dos derechos que vulnera cada día y al PP tampoco, por una razón algo distinta: FyV defiende dos derechos que el PP oculta cada día.

La prohibición, ya recurrida, constituye otro jalón dentro de la tendencia al duopolio. Todo en el Occidente democrático está preparado para marginar a los pequeños, sean partidos, ideologías, empresas, aparatos informativos: dos bancos (Santander y BBVA), dos grandes canales de TV (Tele 5 y A3 TV), dos grandes diarios (El País y el Mundo) dos ideologías –relativismo socialdemócrata y relativismo capitalista, incluso padres con dos hijos, aunque –todo hay que reconocerlo- la tendencia la duopolio ya ha sido superada por el sesgo hacia el monopolio o –fin natural del monopolio- hacia la nada procreativa.

El duopolio constituye un espejismo de pluralidad: nos obligan a elegir entre la cara y la cruz, pero la haz y el envés se parecen mucho: ninguno de los dos tiene por objetivo el bien, sino el poder.

Y esto no es bueno, oiga, porque lo grande no sólo es ingobernable sino que vulnera la libertad del pequeño y, además, nos lleva al aburridísimo pensamiento único. Lo grande, además, no debate con lo pequeño: simplemente lo censura.

Todos los días recibo algún 'emilio' que me pregunta a quién puede votar un cristiano el 20 de noviembre o, sencillamente, a quien puede votar alguien que crea en los principios no negociables: vida, familia, libertad de enseñanza y bien común. Claro que hay candidaturas que defienden esos principios (en España, por ejemplo, Familia y Vida, Alternativa Española, SAIN, CTC, etc) pero la respuesta siempre es la misma: No, ese es un voto perdido. O mejor: eso sólo beneficia a Zapatero, que es un desastre. Al final, muchos prefieren votar el mal menor. Y así, seguimos en el mal menor, cada día más mayor, desde 1980.

Claro que en esta obsesión interesada por el duopolio opera el mismo argumento que con el materialismo histórico de los marxistas. Nos anunciaban que la sociedad sin clases iba a llegar de forma ineluctable, sí o sí, pero, por si acaso, comunistas y socialistas marxianos aportaban su granito de arena, no fuera a ser que la libertad del individuo les hiciera esperar demasiado. Por eso, de cuando en cuando, por ejemplo, siempre, había que armar el pollo.

 

¿China dominará el mundo? ¿Occidente ha muerto? No, la justicia siempre gana. También la batalla económica

Esta es una historia de la crisis pero es historia doméstica. Resulta que tengo muy engañados a mis hijos, y se piensan que, en cuanto periodista económico, entiendo de economía. El otro día me preguntaron si vamos a salir de la crisis y, por supuesto, respondí sin dudarlo aunque con muchas dudas. Si algo sabemos los periodistas es que, si pretendes acertar en el análisis, lo mejor es hablar del pasado: el futuro es un niño en las rodillas de los dioses. Pero no podía perder mi prestigio de padre: eso jamás.

Mis hijos, y todos los economistas que conozco, andan asombrados por el poder de los países emergentes especialmente de China, a quien Nicolás Sarkozy ha acudido en petición de dinero para Europa, antigua metrópoli, cuya hucha tiene varios agujeros.

La pregunta que no sólo formulan mis hijos, sino muchos economistas y líderes de la Unión Europea y de Estados Unidos es la siguiente: ¿China dominará el mundo? Y ya puestos: ¿Occidente ha muerto?

No, a Occidente no le va a matar nadie porque la moral, es decir, la justicia, siempre acaba por imponerse. El problema de Occidente es que se está suicidando a costa de desprenderse del principio cristiano que lo conformó: el bien común. Ya he definido muchas veces el actual funcionamiento de los mercados financieros como un pecado social: insisto en ello.

Lo que va a ocurrir es que Occidente, prisionero de su economía financista, esto es, de su codicia especulativa, va a tener que pedir ayuda a China (y a India, y a…). El modelo económico de Beijing, que por vez primera en la historia moderna atesora la liquidez que le falta a Occidente, no va a imponerse. El modelo chino consiste en una dictadura política con economía capitalista, que no liberal. El crecimiento chino y su mayor competitividad respecto a Occidente, se basa en los salarios de miseria con los que castiga a sus propios ciudadanos. Los chinos no son poderosos: sólo lo es su Gobierno, que lamina cualquier amago de protesta con los más cruentos métodos de represión. Logrará la primacía financiera, sí, pero sólo en vísperas de una rebelión de sus ciudadanos que terminarán por levantarse. Ya lo están haciendo aunque todavía la represión es feroz. Cuando exijan más justicia social, el modelo chino se hundirá para resurgir de nuevo sobre bases más sólidas pero menos prepotentes.

Y esto por la misma razón por la que los petrodólares han hecho ricos a los jeques árabes pero su población sigue sumida en la miseria y en la ignorancia. Para levantar un país no sólo hace falta dinero, tampoco basta con cualificación técnica: se precisa moral y justicia.

Así que el problema no es quién ganará la primacía económica mundial. La ganará Occidente, si cambia de rumbo. ¿Hacia dónde? Hacia la justicia, individual y social, naturalmente, de regreso al cristianismo que lo forjó. El único problema es cuántos occidentales se van a quedar en el camino. Y cuántos chinos.

Espero que, si me equivoco, mis hijos no me lo reprochen, Confío ciegamente en la amnesia.

 

La Historia del viejo Maestro

Mi artículo del viernes sobre el cheque escolar no le ha gustado a un catedrático de Instituto. Asegura, con toda lógica y razón, que generalizo en detrimento de la escuela pública y en lo abierto de la escuela privada, sometido el profesorado de la primera a las oposiciones del que queda exento la primera. Y es cierto, me he pasado. Hay profesores de escuela pública que merecen un aprobado, Peor me temo que esto tiene poco que ver con las actuales protestas de los sindicatos contra los recortes educativos ni con la cuestión de fondo. Reproduzco aquí la respuesta que le he enviado a mi atinado corresponsal (no se alarmen, es corta):

"Por supuesto, que de todo hay en todos los sitios y que incluso el termómetro de la oposición representa un haber para la enseñanza pública y un debe para la privada. Reconozco que, en ese punto, mi artículo peca de generalización. Mis disculpas.

De todas formas, habría que hablar de que el sistema de oposiciones, tendente a la excelencia, cuasi desapareció con la LAU en la universidad pero también se ha devaluado en el colegio y en la escuela.

Me preocupa especialmente, la enseñanza primaria. Segmento éste mucho más importante que el de la ESO, el bachillerato o la enseñanza superior, dado que, a los niños se les forma hasta los 12 años. A partir de ahí sólo se les puede instruir.

Por otra parte, la enseñanza no sólo es una profesión, es una vocación. Por eso, a la Iglesia le ha dado siempre por crear colegios y no constructoras o empresas de telecomunicaciones. Y mucho me temo que el espíritu fundacional y sindicalizado que impera en la enseñanza estatal le haya hecho olvidar el viejo espíritu vocacional del viejo maestro".

Hasta aquí mi respuesta. En efecto, el viejo maestro, fuera practicante o no, enseñaba a los niños matemáticas y lengua pero, sobre todo, les enseñaba virtudes cristianas. Les enseñaba caridad, aunque la llamara "urbanidad". Les enseñaba humildad, aunque lo calificara como el respeto a los mayores y la autoridad ante quien está por encima de ti y, sobretodo, al que sabía más que tú. Les enseñaba fortaleza, aunque lo codificara como disciplina. Les enseñaba el sentido del sacrificio aún cuando lo tildara de espíritu de superación. Les enseñaba pureza aunque lo llamara respeto a la mujer. Les enseñaba sinceridad y honor, aunque lo calificará como introducción a la vida adulta. Les enseñaba prudencia, aunque otorgara notas de historia. Les enseñaba inocencia y rectitud de intención, aunque lo calificara de ética. Por último, les enseñaba esperanza en un mundo mejor, aunque lo llamara ciudadanía o por qué no, política.

Eso es lo que hemos perdido: al viejo maestro. Por eso, en el siglo XXI, al maestro, público o privado, antes venerado se le toma por el pito del sereno y la enseñanza se ha convertido en campo de batalla ideológico. Y me temo que los colegios religiosos no constituyen una excepción.

Y la pérdida del viejo maestro no la arregla ni el cheque escolar.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com