Robots vivos o máquinas vivientes: otra chorrada de majaderos jugando a ser dioses
Si mezclamos una máquina que hace operaciones contables con unas células vivas de, pongamos, rana, algún imbécil puede pensar que se ha creado un ser dotado de cuerpo y alma. El alma sería el ordenador y la rana, perdón los tejidos de rana, el cuerpo. Ergo, el hombre ya ha creado un ser vivo: ¡somos dioses!
A ver, campeones: lo digital no es espiritual, es tan material como el granito. El robot, como toda máquina, no piensa: sólo repite lo que el hombre ha pensado.
El hombre no crea nada, tampoco materia, porque crear es hacer algo de la nada, y el hombre sólo puede trasformar, no crear, en este caso tomando prestadas células de rana.
Los trabajadores hablan de fabricación. Pues eso, que los seres humanos no se fabrican, se crean y se engendran.
Pero nada de eso sirve cuando las televisiones nos informan que se han conseguido crear ‘seres vivos’. Y aunque los hacedores del invento explican de dónde han salido los componentes del bicho, el titular es ese: el hombre ya es capaz de crear seres vivos. Seréis como dioses, somos dioses. Pero ya se sabe quien hizo esa promesa y a quién.
De la nada no sale nada y la única forma de explicar que existe algo es la existencia de un ser pre-existente
Robots vivos o máquinas vivientes: otra chorrada de majaderos jugando a ser dioses. Aunque les llames xenobots no son personas, son cosas, son seres vivos, pero no humanos, al que se les ha acoplado una máquina, un robot.
Porque una de los principios, casi tautológicos, más claro es, también el más olvidado del mundo actual. Dice así: de la nada no sale nada.
Y otro segundo postulado, esta vez menos obvio pero más primigenio en filosofía, ya desde el amigo Aristóteles, consiste en que la única forma de explicar la existencia no son los xenobots sino el hecho de que exista un ser, el Creador, que sea, en sí mismo, la existencia. A ese ser es al que Aristóteles llamaba Dios.
Las máquinas vivientes son el mejor ejemplo de otra verdad olvidada: las cosas se explican bien unas por otras (las células de ranas y la máquina, por ejemplo), lo difícil es explicar por qué existen cosas, cualquier cosa.