Nos lo cuenta El País, muy emocionado. El científico español –país en profunda decadencia moral- Juan Carlos Izpisúa, que opera desde Estados Unidos -país donde la realización de una persona se mide en dólares- está realizando en laboratorios chinos –país que no vive en decadencia moral pues nunca ha tenido moral alguna desde la que decaer- unos vanguardistas experimentos por lo que se pretenden crear “quimeras humanas”: células madre (como siempre, nos ocultan el segundo apellido, y no sabemos si se trata de células madre adultas o de células madre embrionarias) inyectadas en embriones de mono, con perdón, con el presunto objetivo de crear una fábrica de órganos para trasplantes (en personas, que no en monos).

Si el sueño de la razón produce monstruos el sueño de la ciencia empírica produce adefesios

Y luego está la nota de color: en los experimentos trabaja doña Estrella Núñez nada menos que vicerrectora de la Universidad Católica de Murcia (UCAM), obra de los neocatecomunales y, por tanto, con pedigrí de católica y, encima, presuntamente progre, como los propios kikos.

Y todo esto, ¿para qué? Para logra órganos humanos –producidos en monos- para transplantes –en humanos, que no en monos, como creo haber dicho antes-. Izpisúa ya participó en la gran estafa científica del siglo XXI, que en España lideró, cómo no, Zapatero: la utilización de embriones humanos como cobayas de laboratorio. Con ello se destrozaron muchos embriones humanos, provenientes de la FIV. O sea, personas con su código genético individuado, distinto del padre y de la madre, y no se curó ni un resfriado.

Los embriones humanos también son ‘los demás’, es decir, son “uno de nosotros”

Ahora pretenden crear fábricas de órganos para trasplantes: ¡qué filántropos! ¿Y no sería mejor seguir el curso tradicional de investigación sobre los trasplantes naturales –de hombre a hombre-, que este rocambolesco modelo Izpisúa, mas sofisticado que terapéutico, más complicado que complejo?

No se trata de salvar “barreras éticas” sino de considerar las barreras que impone el sentido común y el sentido de las proporciones. No se trata de probar por probar, se pretenda o no recrear el proyecto Centauro de la antigua Unión Soviética. Ya entiendo, quiero entender, que la Católica de Murcia no puede entender tamaña aberración producto del orgullo humano llevado a sus límites. Pero es que ni la moral cristiana ni la ética ‘civil’ responden a la pregunta que se puede hacer sin incurrir en aberración, sino qué debemos y podemos hacer por los demás. Por cierto, los embriones humanos también son ‘los demás’, es decir, son “uno de nosotros”.

El cientifismo confunde los términos: no se trata de lo que se puede hacer, sino de lo que se debe hacer… por los demás

Por lo demás, los cientifistas modernos, parecen vivir en el espejismo de la Fórmula 1. Ya saben: para convencer a un fabricante de automóviles de que aporte el pastizal que precisa un bólido se le convence de los muchos beneficios que reportará a la fabricación de coches ‘corrientes’ en las grandes cadenas de montaje. Uno de esos argumentos de marketing que todos aceptan y ninguno se cree.

Ne vaya ser que en lugar de quimeras de hombre acabemos produciendo delicias de mono.