- La huida de los financieros no ayuda a tranquilizar los ánimos.
- Y, en cualquier caso, llama la atención el silencio de Felipe Benjumea.
- En un año, el grupo ha perdido el 44,3% de su valor en bolsa.
- La montaña rusa bursátil en que se ha convertido Abengoa, no puede continuar.
- Porque lo que está dañado no es la reputación tecnológica, sino la reputación financiera.
Más presión para
Abengoa, que está viviendo el momento más complicado y de mayor confusión de su historia. Este jueves, las malas noticias le llegan de la mano de la agencia de calificación
Moodys, que ha amenazado con bajarle la nota si no logra ejecutar su plan de reducción de deuda a tiempo. Es decir, si no logra ampliar capital en 650 millones de euros y vender activos por otros 500 'kilos', y pronto, que el tiempo juega en contra.
Evidentemente, las últimas salidas de directivos del departamento financiero no ayudan a tranquilizar los ánimos. Hablamos de la dimisión de Eduardo Soler como responsable financiero de
Abengoa Yield y de los abandonos de
Manuel Fernández Maza (Abengoa USA), de
Francisco Lebrero y de
Paulina Jung, los dos del área financiera corporativa. Para compensar estas salidas, el grupo ha repescado a
Ignacio García Hernández, antiguo director financiero de la filial,
Befesa.
En cualquier caso, si hay algo que llama poderosamente la atención es el silencio que sigue manteniendo el presidente de la compañía,
Felipe Benjumea (
en la imagen). Desde que el tres de agosto el grupo anunciara la ampliación de capital de 650 millones de euros, nada importante se ha sabido de los movimientos de la familia
Benjumea, el máximo accionista. Y la demora por poner orden ha provocado que los analistas cuestionen el hecho de que la ampliación y la venta de activos sean suficientes para enderezar el rumbo de la compañía.
Mientras, la cotización de
Abengoa sigue sufriendo. En un año, los títulos de la empresa sevillana han perdido el 44,3% de su valor. Además, la incertidumbre sobre su futuro la ha convertido en un valor sumamente volátil, situación ésta que no puede continuar. Cualquier detalle afecta. Por ejemplo, la amenaza de
Moodys ha provocado una caída este jueves, a una hora del cierre de la sesión, superior al 2,5% (las 'abengoas' se intercambiaban a 1,01 euros), la mayor caída del Ibex, que subía más de un 1,4%.
En definitiva, la incertidumbre no puede prolongarse más tiempo. Entre otras razones, porque lo que está dañado no es la reputación tecnológica del grupo, sino su reputación financiera. Nadie duda de la capacidad técnica y profesional de
Abengoa -la prueba, los contratos que sigue ganando por todo el mundo- sino de las cuentas presentadas -sobre todo, de la deuda- y, ahora también, del plan para reducir el apalancamiento.
Pablo Ferrer
pablo@hispanidad.com