No es mío, sino de Karl Jung: “Muéstrame un hombre cuerdo y te lo curaré”. En tiempos de ‘Locura Covid’, conviene repensar la ironía de Jung.

El Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJV), máximo órgano jurídico en aquella comunidad, decidió el martes que las bares tienen que abrirse en Vascongadas. Vamos, que no están de acuerdo con esa frase tan triste de que “a menos contactos, menos contagios”.

Y una vez que todos nos hemos rasgado las vestiduras ante la irresponsabilidad insolidaria de sus señorías y solicitado la presencia de los científicos en los tribunales, ya podemos empezar a hablar en serio.

La postura de los jueces vascos es lógica. Seguimos sin saber nada del virus por lo que tampoco sabemos, apenas, ni cómo se trasmite. Recuerden que durante la primera ola España fue el país con más muertos por habitantes de su entorno y fue, también, el país que con Italia impuso un confinamiento más duro.

Por tanto, entre una probabilidad, la de contagio, y una realidad la de que se está condenando a muerte a la hostelería, lo mejor es empezar a reducir restricciones.

Y lo mismo se podrá decir de las Iglesias. Las restricciones del muy progre-pepero presidente de la Comunidad de Castilla-León, Alfonso Fernández Mañueco, por ejemplo.

No hemos vuelto a la normalidad y no podemos esperar más, porque la ‘Locura Covid’ crece, alentada por el miedo a morir, que no ha desaparecido.

Así que si de algo vamos a morir mejor no hacer quebrar a un sector que proporciona empleo a centenares de miles de personas.

Al final, los partidarios de las restricciones deberán hacerse la siguiente pregunta: si sabemos tan poco del virus, ¿por qué ponernos en lo peor?

Porque la alternativa es ésta: sus restricciones no curan pero hay que seguir con ellas.