Kaliningrado en un pequeñísimo enclave ruso en el Báltico, inserto en el mapa de Polonia-Lituania. Con la caída de la Unión Soviética, los rusos se reservaron esta ciudad militar, ocupada por los ejércitos de tierra, mar y aire y con un arsenal nuclear dotado con armas nucleares, para asegurarse que Occidente no les cerraría su salida al Báltico... así como su posibilidad de ataque directo a Europa Occidental.
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— Gonzalo (@Gonnassaurius_) September 24, 2025
Y además de armas nucleares, en Kaliningrado los rusos tienen piratas informáticos... mismamente, para suprimir el GPS, el director de vuelo del avión del ejército español que transportaba a doña Margarita Robles, ministra de Defensa del Reino de España, un pequeño país ubicado al norte de Gibraltar, justo ayer miércoles 24 de septiembre, cuando volaba para visitar al atropas españoles que vigilan los países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania.
Naturalmente, levantó la voz con mucha autoridad y las paredes del Kremlin temblaron.
En mitad de la melé, del todos contra todos, la guerra entre los accionistas. Sobre todo con los Aperribay
El incidente explica por qué la cotización de Indra en la Bolsa de Madrid no deja de subir. Y conste que ahora mismo Indra no es una empresa de Defensa propiamente dicha, sino de ingeniería, a la que Pedro Sánchez, en una de las pocas decisiones acertadas de su mandato, otorgara protagonismo, en el aumento de su gasto militar, en lugar de dejar nuestra industria de defensa en manos de Airbus, controlada por franceses y alemanes.
Ahora bien, empezando por el final, lo más importante: ¿saben hacer Indra, y Navantia, todo aquello que se están comprometiendo a hacer con el aumento del gasto en defensa? Si no, la mejor decisión de Sánchez, una industria de defensa española, se va a ir por el sumidero.
Pero no lleguemos aún hasta ahí. Ahora mismo, la contradicción de Indra nos llega por la inestabilidad accionarial de la empresa, centrada en la ambición desmedida de los hermanos Escribano, Ángel y Javier, que no sólo pretenden controlar la compañía sino embolsarse un dinero cuando la nueva era aún no ha comenzado y gracias al dinero de todos los españoles.
Todo se inicia con la operación de que Indra, presidida por Ángel Escribano, compre EME, propiedad de Ángel Escribano.
Así, por ejemplo, llegamos a la contradicción de Indra: a la empresa le conviene que suba la cotización, a los Escribano no.
Encima, los hermanos tienen prisa: sus inversión en Indra está apalancadísima con la banca Morgan, con primera devolución prevista en noviembre... y Sánchez puede caer, incluso antes de noviembre... y en el PP ven a los Escribano demasiado ligados a Manuel de la Rocha, el asesor económico de Presidencia del Gobierno. La reconciliación entre los Escribano y el PP no parece fácil.
Encima, en mitad de esta melé, la guerra entre los accionistas, el todos contra todos, Indra parece el Ejército de Pancho Villa. Sobre todo con los Aperribay (SAPA) a los que los Escribano ven como enemigos. En medio del proceso, faltaría más, el venenosos Joseph Oughourlian, de Amber Capital, presidente de PRISA, un hombre que se guía por un principio inamovible: si mi patrimonio es hoy de 1 mañana debe ser de dos... aunque me cargue la empresa en la que invierto.
Lo más importante: ¿sabrán hacer Indra y Navantia todo aquello que se están comprometiendo a hacer con el aumento del gasto en defensa? Si no saben, la mejor decisión de Sánchez, una industria de defensa española, se va a ir por el sumidero
Ya se han cargado el prestigio periodístico de El País y la SER, convertidos en panfletos progres al servicio de su cartera. Algo así como apoyaré al Gobierno mientras mi plusvalía en Indra compense con creces lo que he perdido en PRISA.
Todo muy edificante.
Conclusión: el Gobierno, que a través de la SEPI de María Jesús Montero sigue siendo el principal accionista de Indra y principalísimo y único cliente de Indra, debería pensar en poner orden en la empresa líder del sector armamentista, en tiempos de guerra. De hecho, no pasaría nada porque lanzara una OPA sobre el 100 del capital. En el bazar de las armas el liberalismo se convierte en una quimera, o en un bolsillo con un agujero muy gordo en el fondillo.












