Sin intención de ser exhaustivo, el oficio de banquero consiste en otorgar créditos que el cliente devolverá con intereses. La confianza es crucial: el cliente para saber que no está siendo engañado y el banquero para recuperar el dinero prestado.

Lean lo que dijo Pablo Hernández de Cos el viernes, durante el Forum Financiero Eurofi celebrado en Praga: “La banca siempre ha implicado relaciones humanas. Si bien los avances en la tecnología financiera que buscan mejorar la eficiencia, la inclusión y la calidad de los servicios deben ser bienvenidos, no reemplazarán el papel crítico del juicio humano en la banca y la supervisión”.

En otras palabras, la digitalización de los procesos, por ejemplo, para otorgar un crédito, está muy bien, pero no debe remplazar completamente la labor tradicional del banquero. ¿Ser un apoyo? Sí, pero nunca remplazar completamente su trabajo.

Los avances en la tecnología financiera que buscan mejorar la eficiencia, la inclusión y la calidad de los servicios deben ser bienvenidos, no reemplazarán el papel crítico del juicio humano en la banca

Y esto es bello e instructivo no solo por el auge de las Fintech y las Bigtech, sino porque incluso los bancos de toda la vida, presionados por la falta de rentabilidad, han optado por automatizar prácticamente todos los procesos arrinconando cada vez más el “juicio humano” del que habla el gobernador del Banco de España.

La confianza es esencial en banca doméstica, como hemos dicho antes, y es ahí donde juega un papel muy destacado, tanto la regulación como la supervisión, según Hernández de Cos, aunque para algunos -muchos- esa regulación es excesiva. Pero dejemos eso y volvamos al discurso del gobernador:

“Así como pocos estarían dispuestos a abordar un avión que no cumple con los estándares regulatorios y que no ha sido inspeccionado por supervisores cualificados, sospecho que no muchas personas querrían depositar su dinero en un sistema bancario sin garantías regulatorias y de supervisión”, afirmó.

Es una histórica reivindicación de los banqueros españoles, por ejemplo, de Ana Botín. Mismo negocio, mismas reglas… y mismos impuestos, que no es cosa menor.