Hay que reconocerle originalidad al ministro de Economía, Carlos Cuerpo, nos ha sorprendido a todos: que sí que aprueba la opa del BBVA sobre el Sabadell pero que lo harán, hoy no, mañaaaaana. Bueno para ser exactos, dentro de cinco años.

No es coña: el Gobierno ha decidido que durante un lustro, y siempre que el BBVA no se eche atrás, o no se vaya a los tribunales, y siempre que gane la opa, el banco no se haría con el control del Sabadell. Serían dos entidades jurídicamente distintas y con una gestión individual... y distinta.

Y lo que es peor: no podrían modificar su patrimonio, que es tanto como decir que gestionarán atados de pies y manos, no podrían reducir su financiación en pymes, ni su número de oficinas ni sus plantillas. 

A partir de ahora, gestionarán sus entidades, que son propiedad de sus accionistas, con la mirada puesta en Moncloa.   

Ahora todo estriba en la respuesta del BBVA: puede irse a los tribunales, puede decir que no y retirarse pero, en ese caso, lo más probable es que Carlos Torres tenga que dimitir. 

Y a todo esto, insistimos, en Hispanidad no nos gusta esta fusión porque nos gusta lo pequeño. En este caso, preferimos que el Sabadell siga independiente y plantando cara a los grandes, por ejemplo, a BBVA. Eso es lo mejor para la clientela y para los trabajadores y, al final, lo que es bueno para esos dos colectivos lo es también para los propietarios, para los accionistas.

Ahora bien, una cosa es que no nos gusten las fusiones y otra cosa es que el Gobierno controle los bancos con la regulación, el mismo gobierno que controla Indra, Telefónica y otras empresas presuntamente privadas.

Ahora bien, este Gobierno es tan intervencionista que nadie se fía de él. Lo de inseguridad jurídica empieza a ser algo más que un fantasma.