El Papa ha recordado que tener hijos nunca debe considerarse una falta de responsabilidad hacia la creación o sus recursos naturales
A ver: han sido 38 minutos con 12 segundos de discurso. Un vídeo del Papa Francisco dirigido al Encuentro Mundial de Movimientos Populares. Lo primero, prestar atención al audio, porque no se puede juzgar un discurso sin haberlo escuchado. Hala chicos, que no llega a los 40 minutos.
De inmediato, los periodistas hemos deducido -que somos muy inteligentes- que el Papa Francisco propone un cambio de modelo económico y, por lo general, con ese espíritu de concreción que caracteriza a los medios -algunas veces incluso premiado con el éxito- los periodistas hemos resumido el discurso papal de forma muy simple: Francisco pide un salario universal y un reparto del tiempo de trabajo. Salario asegurado y horario laboral reducido.
Francisco habla de cambiar el sistema económico mundial sin citar a Cristo
Caminemos desde lo concreto a lo abstracto, que es la mejor forma de caminar mal y es lo que solemos hacer los ‘cagatintas’, como Carlos Menem, el paisano del Papa Francisco, nos llamaba a los periodistas.
Salario básico universal. En España la conclusión es obvia: resulta que el Papa es podemita, seguidor de Pablo Iglesias y su ingreso mínimo vital, que tantos éxitos ha cosechado.
No sé yo eso del salario básico universal se concilia con el ganarás el pan con el sudor de tu frente o con el más catequético que evangélico pecado capital de la pereza.
El salario universal tampoco casa bien con la justicia distributiva porque la subvención de quien no trabaja la paga el que trabaja. Y porque el dinero que se paga al del salario básico se paga, o bien con los impuestos de los que sí trabajan, o bien con deuda… la misma deuda pública que Francisco pide se condone.
Luego está la reducción del trabajo, el reparto del horario laboral. Hombre, la maldición bíblica antes mencionada, la de ganar el pan con el sudor de tu frente, no consiste en que el hombre, tras el desagradable incidente de la manzana, se vea obligado a trabajar. Consiste en que ese trabajo cuesta esfuerzo y sudor. Lo digo por la mención papal del estrés.
Además, lo de repartir el trabajo existente olvida que si el trabajo es creación, siempre se puede crear más. Aún mejor: no se puede hablar de repartir el trabajo existente porque el trabajo existente es una variable que se puede ampliar indefinidamente. No existe un máximo de trabajo existente sino la creatividad posible.
No se puede hablar de repartir el trabajo existente porque el trabajo existente es una variable que se puede ampliar indefinidamente
Pero, sobre todo, lo del reparto del trabajo me recuerda aquella carta de los años noventa del pasado siglo, enviada al diario ABC, en la que un varón -casualmente un varón- planteaba la solución definitiva contra el paro: prohibir trabajar a las mujeres que, de esta forma, dejarían muchos puestos de trabajo libres, que nos repartiremos entre los varones.
Ahora bien, aunque creo que existen razones más que sobradas para negarse, tanto al salario universal (al menos, que se cobre a cambio de algo, de algún servicio al bien común) como del reparto del trabajo -variable extensible- no es lo que me preocupa del discurso papal. Lo que me revela es que propone un cambio de sistema económico, con la ONU como resolvedora de conflictos (¡Ay madre!) son una sola mención a Cristo. Bueno, hay una mención de medio en el último minuto, en solicitud de Su bendición para los movimientos populares.
Más que nada porque Dios no se encarnó en Palestina para promover un cambio de sistema económico o político sino para promover un cambio en el hombre. El discurso papal me temo que carece de esa visión trascendente y un buen Papa sin trascendencia se convierte en un mal líder político.
Por decirlo de otra forma, el cristiano no está capacitado para hablar de solidaridad sino de caridad. Si acaso, la primera como consecuencia de la segunda. En ese orden.
Conste que me refiero a este discurso concreto de Francisco. No a otros, donde el Papa actual no sólo resulta trascendente sino que habla de Dios y sólo de Dios.
Por esto, y si de economía hablamos, con todo respeto Santidad: yo discrepo.