Los resultados del último ejercicio fiscal de BT, cerrado el 31 de marzo, y el anuncio -jueves 18- del macro ajuste de plantilla que llevará a cabo hasta 2030, son una llamada de atención muy seria acerca de la situación terminal que vive el sector en Europa. Dicho de otra manera, si las condiciones no cambian no habrá compañía que lo resista.

Estamos hablando de unos reguladores de Competencia que, en aras precisamente de la competencia, han marcado unas normas muy estrictas… de competencia, que lo que han logrado es hacer millonarios a unos pocos mientras otros miles de empleados han perdido el trabajo.

Ejemplos de lo primero, esto es, de empresarios que se han aprovechado de la regulación para dar el pelotazo los tenemos en Eugenio Galdón, fundador de ONO, que en 2014 vendió la compañía a Vodafone por 7.200 millones de euros. Algo más de un año después, Martín Varsavsky vendió ‘su’ Jazztel a Orange por 3.355 millones de euros, operación de la que se benefició una desconocida hasta entonces MásMóvil, comprando los activos de obligada desinversión marcados por la CNMC.

El regulador se empeñó en que tenía que existir un cuarto operador que hiciera la competencia a Telefónica, Vodafone y Orange y no sólo lo consiguió, sino que forjó el inicio de la fortuna de Meinrad Spenger que, nueve años antes había fundado la compañía junto a su amigo Christian Nyborg. Al pelotazo de Spenger se unió después del fondo Providence, entonces comandado por John Hahn.

El próximo en unirse a la lista de millonarios podría ser el dueño de Digi, el enigmático húngaro residente de Rumaní, Zoltán Teszári que, aunque ya una de las personas más ricas de su país, podría agrandar considerablemente su cuenta corriente gracias a las potenciales desinversiones obligadas, resultantes de la operación Orange-MásMóvil.

De momento, y como hizo MásMóvil, Digi ya se beneficia de la regulación en España que obliga al operador incumbente ofrecer su red de fibra a un precio tasado, al tiempo que le exige seguir invirtiendo en esa red, que cuesta miles de millones. El efecto: Digi puede ofrecer tarifas ultra baratas mientras las grandes telecos se ven abocadas a reducir costes de manera drástica.

Por ejemplo, BT, que este jueves ha anunciado un ajuste de 55.000 empleados -el 42% de la plantilla- hasta 2030, o Vodafone, que el martes anunció la salida de 11.000 trabajadores, alrededor del 12% de la plantilla, durante los próximos tres años y la revisión estratégica de algunas filiales como la española.

Y cuidado, porque estos ajustes, lejos de provocar un alza de la cotización, como ha sido habitual en otros casos, la han hundido todavía más: se deben, no a un plan de crecimiento futuro, sino a la crisis que sufren actualmente estas compañías.