Si hay alguien que está aprovechando el contexto de la guerra en Ucrania para hacer negocio y sacar beneficio es el presidente estadounidense Joe Biden, sobre todo, en materia energética. Y es que EEUU no sólo enviará más gas a la Unión Europea, sino que se ha consolidado como primer suministrador de España, por delante de Argelia, y tras la última reunión del G7 (donde EEUU, Alemania, Canadá, Francia, Italia, Japón y Reino Unido se han comprometido a eliminar gradualmente su dependencia del petróleo ruso), es muy probable que también incremente sus ventas de crudo al resto del mundo.

Recuerden que el país de Biden dejó de ser importador de hidrocarburos y se convirtió no sólo en un gran productor sino también en exportador gracias a la técnica de extracción de gas de esquisto conocida como fracking (fractura hidráulica), que está prohibida en Europa. EEUU vio la posibilidad de aprovechar estos recursos no convencionales y desarrolló toda una industria alrededor y tecnología que ha ido evolucionando, permitiendo aplicar la más ventajosa y ofrecer un sistema eficiente que en 2021 posibilitó un precio de dicho gas a 10 dólares por megavatio hora (MWh).

EEUU vio la posibilidad de aprovechar sus recursos no convencionales y desarrolló toda una industria y tecnología alrededor, logrando un sistema eficiente que en 2021 posibilitó un precio de dicho gas de 10 dólares/MWh. Mientras que cualquier importación de gas ronda los 80 dólares/MWh

Sin embargo, al otro lado del océano Atlántico, en Europa, la cosa es bien distinta. La técnica del fracking está prohibida, pese a “grandísimas posibilidades” de exploración, según ha señalado Antonio Brufau, presidente de Repsol, hace unas semanas e insistió en la Junta de Accionistas, y considera que “es un contrasentido” prohibirlo aquí y luego importar gas extraído con dicha técnica de EEUU. Por tanto, el viejo continente no ha optado por explorar sus posibles recursos y no ha desarrollado ni industria ni empresas especializadas, aspectos que permitirían regulaciones más abiertas, y se ha visto obligado a importar crudo y gas... lo que repercute en los bolsillos: el precio de cualquier importación de gas ronda los 80 dólares/MWh, ocho veces más que el registrado en EEUU el año pasado, claro que en el caso de que Reino Unido o Polonia hubieran optado por explorar sus recursos convencionales, el precio de dicho gas sería de entre 20-30 dólares/MWh, también superior al estadounidense gracias a que desarrollo dicha industria hace años. Y ojo, el primer ministro británico, Boris Johnson, apuesta por la energía nuclear y los hidrocarburos para reducir la dependencia de Rusia, y ha abierto la puerta al fracking: ha encargado un estudio al Servicio Geológico británico para finales de junio sobre su impacto medioambiental.

El precio del gas natural en EEUU se ha disparado alcanzado el nivel más alto de la década: el precio de referencia Henry Hub cerró el pasado día 4 de mayo a más del doble que a principios de año: 8,4 dólares el millón de unidades térmicas británicas (BTU)

En este escenario no hay que olvidar que el precio del gas natural en EEUU se ha disparado alcanzando el nivel más alto de la década: el precio de referencia Henry Hub cerró el pasado día 4 de mayo a más del doble que a principios de año: 8,4 dólares el millón de unidades térmicas británicas (BTU). Un precio que se ha ido incrementando no sólo por el repunte del consumo en EEUU, sino también por el descenso de las reservas nacionales (en su nivel más bajo de los últimos tres años), la guerra en Ucrania y el aumento de las exportaciones

Y en esto último, ha contribuido en gran parte Europa... y en especial, España. EEUU se ha consolidado como primer suministrador en los cuatro primeros meses del año, desplazando a Argelia, según el boletín estadístico correspondiente a abril que ha publicado Enagás, compañía gestora del sistema gasista español y transportista de gas. En concreto, el país de Biden ha aportado el 35,3% del total y todo ha sido gas natural licuado (GNL), que cuesta más del doble que el gas que llega por el gasoducto argelino Medgaz. Le sigue en segunda posición, Argelia, que antes era nuestro primer suministrador histórico, pero con quien últimamente las relaciones no pasan por su mejor momento tras la cobardía de Pedro Sánchez ante Marruecos: ha aportado el 25,4% del total (en gran medida gas natural, que ha complementado con GNL): Y tras estos, Nigeria ha contribuido con el 14,8% y Rusia, con el 7,1%.