Donald Trump, el hombre más criticado del mundo, salió sin mascarilla a la rueda de prensa del martes, en la Casa Blanca, y animó, estaban en el exterior, a un periodista a que le hablara sin el bozal. El colega, otro histérico del Covid-19, se negó y aseguró que hablaría más alto. En efecto, nos estamos convirtiendo en una sociedad que habla a gritos, al que no se entiende nada, que, por tanto, no escucha, con dificultades para respirar, no por el virus, sino por el bozal que nos hemos impuesto, que reprime todas sus emociones primarias y, en particular, sus afectos y que encima se ha convertido en una sociedad de delatores, donde se mira de reojo al vecino y donde se compite por ser más “responsable y solidario”, es decir, más esclava y mas idiotizada.

El miedo provoca chifladura social y enerva al Occidente cristiano. Pues si te mueres te mueres: todos tenemos que morir de algo

En resumen, el miedo general está provocando chifladura social y esta enervando, que significa debilitamiento nervioso, a todo el Occidente, que es tanto como decir a casi toda la civilización cristiana.

Pero no hace falta ser cristiano -quizá sí- para concluir que, para vivir así, es preferible el virus. Además, más allá de las normas sanitarias y científicas -contradictorias cada mes- si te mueres, te mueres: todos tenemos que morir de algo.

Y los medios tenemos parte de culpa: el pánico lo inició el Gobierno pero los periodistas nos hemos convertido en los primeros agentes trasmisores de neurosis pública

Y los medios periodísticos, sobre todo la TV, a día de hoy el más poderoso, tenemos parte de culpa. Por ejemplo, en España el pánico lo inició el Gobierno pero los periodistas somos ahora los primeros agentes trasmisores de neurosis pública. Los telediarios comienzan con un interminable chorreo de cifras que, encima, nadie entiende porque la autoridad, pongamos el doctor Simón -que no es virólogo sino epidemiólogo- han convertido la estadística en ciencia ininteligible, que se rectifica a sí misma, mientras los ‘expertos’ hacen cierto el viejo aforismo que reza lo siguiente: “el 99% de las estadísticas son falsas; esta, también”. Vamos, que fallan más que una escopeta de feria.

Los medios, insisto, sobre todo las teles, de izquierdas y de derechas, insisten en abrir sus informativos con la ‘pandemia’ y, cuando tras 20 minutos de mensajes oligofrénicos, pasan a hablar de la actualidad política o económica o deportiva, al telespectador le da igual ya dictadura que democracia, libertad que esclavitud… y encima entra en síndrome de Estocolmo, hasta concluir que Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y compañía, sus secuestradores, ‘lo hacen por nuestro bien’: ¡hay que ser memo!

Medidas de seguridad contradictorias cada dos semanas y el más clamorosos fracaso de los científicos

Por otra parte, las autoridades sanitarias (todavía no sabemos quiénes son. A lo mejor, como el Comité de Expertos, no existen) lanzan instrucciones de seguridad contradictorias cada dos semanas mientras continúan mostrando, seis meses después, una alarmante ignorancia sobre el virus. Sólo saben dar órdenes en un liberticida Estado policial para evitar el virus, pero no tienen ni idea sobre cómo matar al virus… que era lo que todos esperábamos de su profunda sabiduría.

Y recuerden: la principal razón para que una norma fracase es que su cumplimiento sea imposible. La gente acaba por tomarlo a bromas. Como la estupidez de la mascarilla.

Y encima pitorreo: los comunistas chinos se vanaglorian de haber vencido al virus… tras haberlo iniciado (¿inventado?) y propagado

Y encima pitorreo: los comunistas chinos se vanagloriaban el martes de haber vencido al virus… tras haberlo iniciado (¿inventado?) y propagado ellos, aún no sabemos cómo, porque, como buenos comunistas, nos lo ocultan. Y todavía hay españoles idiotas, empeñados en que los chinos son los buenos y los norteamericanos, los malos. Naturalmente, los chinos, que adoran a Mammon, el dios dinero, se han convertido en nuestros principales vendedores de mascarillas y otros ‘imprescindibles’ materiales sanitarios anti-coronavirus.

Y encima el malo es Trump, el último rebelde que se quita la mascarilla y que, al menos, oiga, sonríe en un mundo que se ha vuelto liberticida y triste. Así que: ¡Viva Donald Trump!, ¡believe in Trump!, el rebelde que nos queda.

Somos la sociedad de los histéricos del Covid. Enhorabuena, esclavos.