¿Quién pertenece a las clases medias? Aquel que tiene algo en propiedad, sea una casa, un pequeño negocio, una inversión financiera, por ejemplo, un fondo de pensiones.

Pues bien, contra esas clases medias se dirige la subida general de impuestos y tasas que prepara, dos paso adelante, uno hacia atrás, el Gobierno de Pedro Sánchez.

Moncloa lo justifica con el argumento eterno de la izquierda… que es la socialización de la envidia: ¡Qué poco os queda, ricachos!

Se nos dice que solo se subirá el IRPF a las rentas altas. Claro: es que tras el subidón perpetrado por un gobierno tan poco liberal como el de Mariano Rajoy, perpetrado el 1 de enero de 2012, y a pesar de las pequeñas bajas de 2016, el IRPF no se puede tocar más. Pero es que, además, habrá una batería de gravámenes contra el patrimonio (el impuesto más injusto), contra la inversión en activos financieros (desde un fondo de pensiones hasta el cobro de dividendo), sobre los incrementos de patrimonio (también muy injusto porque ya se ha pagado al comprar) y sobre las herencias y donaciones, que la izquierda no entiende de familias ni de paternidad, sino de divorcios.

Y eso sí, no tocar el IVA, porque una de las muchas mentiras del frentepopulismo es que el IVA es el impuesto de los pobres, según aquella leyenda de que no había que subir el impuesto sobre el tabaco negro no resulta progresista, porque es el que fuman los currantes, como si el tabaco fuera un artículo de primera necesidad para impecunes o para pudientes.

«Los ricos no pagan impuestos», es la soflama del PSOE

En suma, toda la filosofía de esta subida general de impuestos y tasas (como la del diésel) se basa en el principio de la socialización y generalización de la envidia: “Los ricos no pagan impuestos”, decreta Pedro Sánchez en una de sus frases más gloriosas, y a partir de ahí surge el odio al rico, que justifica cualquier subida de impuestos: ¡Qué poco os queda ricachos!  

Y la otra mentira que los justifica todos: en España se pagan pocos impuestos. Mentira. En España se apagan muchos impuestos: hay menos presión fiscal global, pero más esfuerzo fiscal individual que en Europa.