Nueva cesión del Sabadell en el TSB, un dolor de muelas para el banco español. El Consejo de Administración de la filial británica, anuncia en un comunicado a la CNMV (en el documento adjunto), ha llegado a un acuerdo para la salida del consejero delegado, Paul Pester, a quien le sustituye “temporalmente” Richard Meddings, hasta ahora presidente no ejecutivo.

Es un nuevo episodio en el tira y afloja del Sabadell en Reino Unido, presionado por la el Comité de Economía de la Cámara de los Comunes para que cesara a Pester por los fallos informáticos en el proceso de adaptación de la base de datos, que han afectado a su vez a centenares de clientes.  

El problema, con todo, no está tanto en el relevo -temporal, interino-, como en la marea de fondo, que conduce de nuevo al presidente de Sabadell, Josep Oliu, a un callejón sin salida y, por hartazgo, a una decisión probable: la salida de Reino Unido, lo que pasaría por deshacerse del TSB donde sufre la continua interferencia del poder político y del regulador. Algo sorprendente, pero muy british, cuando se trata del gobierno de un banco privado.

La razón del cese es un fallo informático, pero el Sabadell está harto de las interferencias políticas o del regulador

Hasta ahora, agarrado a ese argumento, el Sabadell se había mantenido firme para defender a Pester, quien puso su cargo a disposición después de que Nicky Morgan, presidenta del Comité de Economía del Parlamento de Westminster, pidiera por carta el cese.

El regulador, mientras, brilla por su ausencia: no se ha pronunciado. Y debería, porque fue el que impuso al Sabadell el equipo directivo, del mismo modo que obligó a la entidad española a mantener el sistema informático del TSB, que le ha provocado no pocas pérdidas.

Una situación, en fin, tan insólita como incómoda, que ha obligado al Sabadell a desplazar a ejecutivos españoles para poner orden en el TSB, con Tomás Varela al frente (director no ejecutivo en TSB y el número tres en España), y explicar a los británicos cómo se hace banca doméstica, que no es precisamente su fuerte. Y es que una cosa es ser propietario -el Sabadell lo es del TSB- y otra, muy distinta, tener que mandar por delegación, como le está ocurriendo en la práctica.

En estos casos, siempre dan ganas de salir corriendo, pero no es fácil, cuando fue una proeza en sí que lo comprara –eso sí lo permitió el regulador- pero en condiciones de trágala.