Uno de los primeros asuntos que abordará el próximo gobierno cuando se constituya será la renta mínima, renta estatal contra la pobreza o, si lo prefieren, renta para los parados de larga duración. Sobre la mesa, dos alternativas: la de los sindicatos CCOO y UGT, y la de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF).

La propuesta de CCOO y UGT, que data de 2016, incluye una renta de 426 euros al mes para desempleados de larga duración y sin ingresos. Según los propios sindicatos, esta renta tendría un coste de 11.000 millones de euros al año y beneficiaría a unos 2 millones de personas.

Hace una semana, la AIReF presentó una segunda alternativa que, a grandes rasgos, supondría una renta mínima de entre 430 y 440 euros al mes que, eso sí, podría ser compatible con tener trabajo si los ingresos no alcanzan un determinado nivel. Lo que nos importa ahora, no obstante, es el coste de esta medida. Según la AIReF, ascendería a 5.500 millones de euros al año, que podría reducirse hasta los 3.500 millones si se eliminan duplicidades.

Fomentar la natalidad no solo sale más barato que una renta mínima, sino que supone una inversión para el sostenimiento del sistema público de pensiones

Existe una tercera opción: un salario maternal por cada hijo y hasta que cumpla 18 años de edad. Aunque parezca mentira, es la opción más económica para las arcas públicas: pagar 440 euros al mes por hijo, hasta los 18 años (actualmente son 100 euros al mes y solo hasta el tercer año), supondría un desembolso total de 2.925 millones de euros al año.

Sí, es cierto que el cálculo está hecho sobre el número de nacimientos de 2018, la cifra más baja de los últimos veinte años (369.302 nacimientos), pero también lo es que, de momento, no hay visos de que la tendencia vaya a cambiar. En cualquier caso, estamos hablando de una diferencia muy amplia que permitiría, incluso, aumentar la cuantía del salario maternal.

Conclusión: el índice de natalidad en Francia es del 1,90 hijos -el más elevado de Europa- mientras que el de España es del 1,31 hijos, la segunda más baja, solo por delante de Malta (1,26 hijos). Es decir, fomentar la natalidad no solo sale más barato que una renta mínima, sino que supone una inversión para el sostenimiento del sistema público de pensiones. ¡Ah! y no fomenta el aumento de las clases pasivas, como sí hace la renta mínima.