En la recta final de su mandato, el gobernador del Banco Central Europeo (BCE) se marcha a Sintra (Portugal) y en una reunión con bancos centrales nos regala una nueva manzana envenenada pero muy aplaudida por todos los papanatas del planeta: dinero aún más barato, dinero aún más fácil. Hasta Donald Trump se ha revuelto contra él (más que nada porque Draghi ha bajado el precio del dinero más que Jeremy Powel en Estados Unidos). Pero Draghi, crecido.

Con ese dinero barato gana el especulador y pierden las familias. Gana el que invierte en bolsa y pierden las familias, que en buena parte viven de los salarios, porque la primera consecuencia que tiene el dinero barato y el océano de liquidez en el que nos movemos, se devalúa toda la economía mundial pero, sobre todo, se devalúa el poder adquisitivo o de los salarios. Y todo ello, en trágica paradoja, lo justifica Draghi diciendo que quiere terminar su mandato de llegar a una inflación del 2% cuando el IPC de la zona euro anda en el 1,2%. Trágica… y un poco estúpida. 

La otra consecuencia de la manzana envenenada de don Mario es que el Estado aumenta su poder y los particulares se arruinan.

La bolsa sube, naturalmente, y la española (Ibex) recupera el 9.200. Y el Estado gran poder: por ejemplo, la República francesa ha colocado su bono a 10 años, el de referencia en tipos negativos. Es decir, el particular tendrá que pagarle al Estado por comprarle su deuda.

Gana poder el Estado mientras la sociedad se arruina, ¡Que grande eres Mario! ¡Gana el especulador y pierden las familias que viven de un salario! ¡Grandísimo Mario!