Los altos precios de la luz, en agosto y septiembre, no son una excepción de España, sino que están en línea con la misma tendencia que registran los demás países europeos. Esa realidad ayuda a situar el principal problema del encarecimiento de la luz, que no es otro que el aumento del coste de los derechos de emisión de CO2, que responden a otra necesidad, la de descarbonización de la economía. Es lo más parecido a una pescadilla que se muerde la cola, pero por motivos ecológicos. 

El precio de los derechos de emisión, de hecho, ha pasado de 7 a 21 euros por cada tonelada que emiten las centrales de generación, según los datos de la CNMC. Eso equivale, en precio, a que por cada euro que sube el derecho de emisión, se encarece también un euro el precio del kilovatio. En el caso de las centrales de carbón, el incremento ha sido de 12 euros por tonelada, mientras que en las de ciclo combinado, ha sido de cinco euros. Estas dos fuentes son, precisamente, las que han tomado el relevo de la menor aportación de la hidráulica y la eólica

La Comsión de los Mecados y la Competencia explica en tres claves -muy ilustrativas- lo que ha ocurrido con el precio de la luz en el mes de agosto y lo que llevamos de septiembre, con aumentos en el precio a 64,33 euros por megavatio hora (Mw/h), en el primer caso, y a 69,27 en el segundo. Aunque la tendencia es alcista, comenzó en mayo y no terminará hasta finales de año. La razón también es clara: en la segunda parte del año se concentra la mayor parte de la subida anual.

España paga el precio más alto de la luz después de Reino Unido, pero sube en todos los países

La evolución del precio, dicho sea también, se repite, por igual motivo, en los países europeos, con distintas horquillas. España paga el precio más alto después de Reino Unido (muy dependiente del gas), pero sube en todos los países. En concreto, el 5 de septiembre, día que marcó récord en España (74,58 euros), el precio en Reino Unido fue de 75 euros mw/h. A esos registros seguían, de más a menos: Italia (74,11), Bélgica (71,23), Holanda (69,61), Francia (69,41), Austria (67) y Alemania (66,69). En los países nórdicos, ese precio baja a los 60 euros.

Además del coste de derechos de emisión de CO2, que la UE recorta en un 16% a partir de enero, hay que tener en cuenta también que el precio del gas se ha disparado, porque la referencia en los contratos del gas la marca el petróleo, al alza desde hace meses.

El 30% de la factura de la luz depende del precio de la energía propiamente dicho, el 50% de los peajes y primas y un 20% de los impuestos

Y a lo anterior, se une, finalmente, la ola de calor de agosto, que ha aumentado un 1,2% la demanda de electricidad por el recurso a aparatos de aire acondicionado, ventiladores, etc. En condiciones normales, las temperaturas son más extremas en julio. Hay más: entre enero y julio, la demanda de energía ha aumentado un 1,9%, y se ha comido ya el 51% del incremento previsto para todo el año. Dicho incremento, además, se ha dado en condiciones de desaceleración de la economía, lo cual ayuda también a centrar el problema y a rebajar el tono de lo todo lo que se está manipulando al respecto. 

En la composición del precio, hay que tener en cuenta también los peajes y los impuestos, sin olvidar que el precio de la energía representa un 30% de la factura de la luz para el consumidor acogido al mercado regulado (PVCP). Los peajes y otros componentes regulados (entre, ellos el elevado coste en primas a las energías renovables), representan un 50%, y los impuestos (a la electricidad e IVA), un 20%.

Es el motivo por el que el consumidor con precio regulado ha pagado un 12% más en agosto y un 3% más respecto a julio. En ese segmento, según los datos de la CNMC, están el 40% de los consumidores (11,6 de los 29,3 millones).

Para el consumidor del mercado libre la situación es distinta porque depende del contrato con la comercializadora eléctrica. En este segmento está el 60% restante de los consumidores (17,7 millones). Es muy difícil cuantificar la subida de precio es ente tramo, explica la CNMC, porque depende del tipo de contrato con la comercializadora. A una tarifa plana con un precio fijo, se unen otros conceptos que lo aumentan, como seguros de mantenimiento, de protección de la caldera, etc.