¡Qué error, qué inmenso error!, que diría Ricardo de la Cierva. El Congreso aprobó el miércoles el Ingreso Mínimo Vital (IMV) por una casi unanimidad: todo el Congreso votó a favor, también el Partido Popular, y Vox sólo se atrevió a abstenerse.

El éxito del demagogo comunista Pablo Iglesias, y del demagogo capitalista (hoy ministro del PSOE) José Luis Escrivá, ha sido de tal calibre que ya se piensa en convertir el decreto-ley en ley y, con el apoyo con el que cuenta, hasta podría reconvertirse en ley orgánica.

Se repite así lo ocurrido un 28 de diciembre(Día de los Santos inocentes, cuándo si no) de 2004, cuando, por unanimidad, en sana concordia, que no santa compañía, por suspirado consenso de todas las fuerzas políticas, se aprobó la ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. ¡Y en verdad resultó integral! Una falsedad íntegra convertida en integral estafa. También la derecha aplaudió la injusticia feminista, temerosa de ser calificada como machista.

Esta vez, ni Vox se ha atrevido a decir que el emperador va desnudo

Ayer, miércoles 10 de junio de 2020, en estado de alarma, se ha vuelto a repetir el luctuoso suceso: cuasi unanimidad, porque la recién nacida Vox no se atrevió a votar no, sólo se abstuvo- se aprobó el alimenta-vagos del Ingreso Mínimo Vital (IMV), 462 euros por no dar palo al agua y hasta 1.010 euros mensuales por mantener la misma postura si se trata de una familia de cuatro miembros. Con ello no saldrán de la miseria, se acostumbrarán a vivir sin trabajar y a cobrar sin currar pero, a cambio, serán fieles votantes del PSOE y de Podemos.

El progresismo ha hecho realidad aquello que nadie se había atrevido a discutir desde los tiempos de Saulo de Tarso: el que no trabaje, que no coma. Y encima, todos estamos contentos y felices y nos sentimos más solidarios.

Al mismo tiempo, debemos estar agradecidos, porque de esta forma, Escrivá (¡Quien te ha visto y quién te ve, José Luis!) y don Pablo (y él sabe mucho de esto) aseguran que se conjura el discurso del odio, que es lo que más preocupa a los bolivarianos, como todo el mundo sabe.

A la gente de bien no le des limosnas, peor, subvenciones, porque la limosna se otorga con dinero propio pero la subvención es peor: es el dinero de los demás, de los que se esfuerzan cada día con su trabajo y pagan los impuestos con los que se financia el IMV.

Esto conviene recordarlo porque el apóstol Iglesias y el diácono Escrivá reparten dinero entre los pobres (para vencer el discurso de odio y esas cosas) con el dinero de los demás. El suyo lo emplean para vivir en casoplones blindados en Galapagar.

Eso sí: el comunista Iglesias y el capitalista Escrivá utilizan el dinero de los demás para sembrar ‘amor’

Pero es que, además, a quien lo necesita hay que ayudarle pero cumpliendo las condiciones que no conviertan la ayuda en un agravio para el resto y en un mal para todos:

1.Si es para ayudar a los damnificados por el coronavirus (más bien por el confinamiento feroz de Sánchez) que sea temporal, mientras duren los efectos del coronavirus.

2.Si todos ayudamos al que se ha quedado atrás, y debemos hacerlo, que el receptor devuelva lo recibido en forma de servicio a la comunidad.

3.Que se le ofrezca empleo y que tenga que aceptarlo o perderá la subvención.

4.Que no tengan tanta cara Iglesias y Escrivá: el IMV ya existe en España, en cada autonomía y en muchos ayuntamientos.

En resumen, si el Gobierno quería ayudar a quien se ha quedado sin ingresos que se le proporcione trabajo, no limosna. Lo que ocurre es que Iglesias sabe coger el dinero de un bolsillo y depositarlo en otro, pero no sabe crear puestos de trabajo. Precisamente ahora es el momento, cuando la pandemia les permite endeudarse para reindustrializar España.

En cualquier caso, fomentar la vagancia es la mejor manera de hundir un país en la miseria, a los ayudadores y ayudados.

Y sin embargo ha habido unanimidad. Como con la violencia de género, se manipulan los hechos y se convierte el pecado en delito y la mentira en verdad. Claro que hay violencia en la pareja, pero porque los cónyuges, él y ella no se plantean el compromiso, mientras el Gobierno impone la verdad absoluta de los 300 tipos de familia. Entonces es cuando se sacraliza la gran mentira de que la única violencia que existe es la violencia física o se combate el “discurso del odio” otorgando subvenciones con el dinero de los demás, de los que trabajan para salir adelante a los que además, se brea a impuestos.

Vivimos otro espejismo de la unanimidad parlamentaria y el consenso político: tendremos tiempo para arrepentirnos.

La derecha español vuelve a cometer el mismo error que con la violencia machista de 2004. No lo duden: son grandes mentiras, grandes sofismas, que te atenazan por lustros. Y esta vez, ni Vox -que se está cubriendo de gloria con la pandemia- se ha atrevido a decir que el emperador va desnudo.

Pero nos queda el inefable consuelo de que el comunista Iglesias y el capitalista Escrivá utilizan el dinero de los demás para combatir el odio y sembrar amor.

¡Menos mal!