Decíamos ayer en Hispanidad que con Andoni Ortuzar, Íñigo Urkullu y Aitor Esteban al frente del PNV se había iniciado el ‘procés’ vasco. El PNV traicionó a Rajoy y ahora chantajea a Pedro Sánchez. Cinco escaños del PNV han tenido más fuerza, en la moción de censura, que los 345 escaños restantes.

Los nacionalistas se alían hasta con el diablo de forma circunstancial, al tiempo que mantienen su alianza permanente con el PNV, al grito de siempre: “unos menean el nogal y otros recogemos las nueces”, unos asesinan y nosotros detentamos el poder gracias a esos asesinatos.

El nacionalismo burgués aprovecha electoralmente el terrorismo callejero de los batasunos contra Vox y Ciudadanos

El pasado fin de semana, en Euskadi se ha vivido un memorial de los tiempos del terrorismo, que no sólo eran tiros en la nuca, sino el amedrentamiento de una sociedad que, con el excepción de unos pocos valientes, vivía en permanente síndrome de Estocolmo, al servicio de los violentos o mirando hacia otro lado: algo habrán hecho.

De este caldo de cultivo surgió Santiago Abascal. Precisamente, lo más preocupante es la obsesión de don Santiago por ETA. La enfrentó con valentía pero, a veces, creo que aún vive obsesionado por ella. En cualquier caso, mientras el nacionalismo burgués del PNV siempre ha buscado chantajear a España, el líder de Vox ha sido un vasco leal a España.

El espíritu de ETA resucita en Euskadi de la mano del terrorismo callejero, ante una sociedad vaca acobardada, que todavía vive bajo el Síndrome de Estocolmo

Pero lo relevante es esto: el 'procés' vasco vuelve y el PNV lo practica ahora, con la sombra de la desaparecida ETA, que bien podría resucitar si la “ultraderecha española” gana terreno. En Ortuzar tenemos a un segundo Arzalluz y en Urkullu y Esteban a dos Arzalluz ilustrados, que ya no hablan de independencia, sino de un pacto entre Vitoria y Madrid, que implica Hacienda y Seguridad Social propias, policía propia y diplomacia propia, especialmente de cara a Europa. Y, por supuesto, la anexión de Navarra.

Y todo esto se traduce en los altercados contra los mítines de Santiago Abascal y Albert Rivera en Euskadi durante el pasado fin de semana. Los ‘ultras’ de Vox han recibido la peor parte y la menor protección de la Ertzaina, que controla el PNV. Albert Rivera contó con algo más de protección, pero sólo la suficiente para que Ortuzar se colocara en el centro, donde radica la virtud vasca, para asegurar que le sobran los ‘ultras’ de ambos lados. Con ello ponía  Albert Rivera y a Santiago Abascal en “paridad de estima” con los cachorros de ETA.

Y siempre, al fondo, la posibilidad de que ETA vuelva. El PNV no quiere que ETA regrese –que también les mataba a ellos, aunque menos- pero sí que la amenaza permanezca en al aire, difusa pero agobiante. Y, por supuesto, desea y anhela que se mantenga la kale borroka, el terrorismo callejero.

Así es como 5 escaños valen más que 345.