En España se cometieron 95.917 abortos en 2018, un 1,91% más que en 2017. El Ministerio de Sanidad, que ha publicado las cifras este miércoles, habla de “una tendencia a la estabilización”. Menos mal, estamos salvados, aunque Sanidad solo habla de abortos quirúrgicos y omite cualquier alusión a los abortos químicos, esto es, los producidos, por ejemplo, por la píldora del día después.

Esto sí es una lacra y no la mal llamada violencia de género. Los datos son estremecedores por mucho que el ministerio intente justificarlos. “El descenso es visiblemente destacado si se retrocede hasta el año 2008, cuando se produjeron 115.812 abortos (11,78 por cada 1.000)”, asegura. Da lo mismo: estamos hablando de asesinatos de niños y niñas indefensos que aún no han nacido.

La degradación de la sociedad se acelera a marchas forzadas: del total de mujeres que abortaron, 310 fueron niñas menores de 15 años y 9.518 no habían cumplido los 20, prácticamente las mismas que en 2017.

El 90,4% de los abortos se produjeron por propia petición de la madre, sin alegar ningún otro motivo, mientras que el 5,9% argumentó que había riesgo para la vida o la salud de la embarazada. Cataluña, con 14,04 abortos por cada 1.000 mujeres entre 14 y 44 años, fue la comunidad autónoma con la tasa de abortos más elevada, adelantando a Baleares, que pasó al segundo puesto con 13,92 casos.

Lo dicho: en España hay 46,6 millones de habitantes y cada año matamos a 96.000 niños. Y esto no es nada comparado con lo ocurrirá cuando Irene Montero asuma la cartera de Sanidad. Entonces será el acabose.