Lo que C.S. Lewis llamaba la abolición del hombre, ha comenzado en la Argentina.

A medida que leo más sobre la repugnante ley de aborto de Fernández y Fernández (Alberto y Cristina) más me aterra. Los argentinos pueden ser embaucadores, ellos mismos dicen que han heredado lo peor de españoles e italianos, algo sin duda, grave. Pero nunca han sido frívolos. Juegan con todo y eso puede resultar molesto, pero nunca con los principios. Pueden transgredir cualquier principio pero no negarle la condición de patrón moral.

En la práctica, médicos y enfermeras tendrán que matar, quieran o no quieran. Es más, se les prohíbe explicarles a las madres la barbaridad que van a cometer

En plata, la nueva ley argentina sobre aborto no sólo mata a los más inocentes y más indefensos sino que, atención, anula la objeción de conciencia, el derecho que más hay que cuidar, porque objetar la coherencia supone anular la conciencia.

En la práctica, en la Argentina, médicos y enfermeras tendrán que matar, quieran o no quieran. Es más, se les prohíbe explicarles a las madres la barbaridad que van a cometer, no vaya a ser que echen marcha atrás. De hecho, si una mujer ve a su hijo, no aborta. Y si aún así aborta, entonces es una miserable.

Objetar la coherencia supone anular la conciencia

Aún así, muchos sanitarios argentinos se juegan su puesto y se niegan a matar bebés. No se hicieron médicos para eso. Y esto refleja un espejismo, porque mientras el crimen del aborto se extiende por el mundo como una mancha de aceite, allí donde se despenaliza los médicos objetan, si es que les dejan, porque no quieren convertirse en matarifes ni en carniceros.

Aún así, muchos sanitarios argentinos se juegan su puesto y se niegan a matar bebés. No se hicieron médicos para eso

Y luego está la actitud del botarate Alberto Fernández, presidente argentino, que en lugar de defender la soberanía nacional ha cedido a la presión del Nuevo Orden Mundial (NOM)... No sabe que el consenso progre-global primero pide tu conciencia, luego tu cartera. Dar, no da nunca, sólo promete.