Hablo con un importante editor español. Le pregunto por el papel de José Pablo López al frente de RTVE y me responde lo siguiente: habría que remontarse al Franquismo para encontrar un grado de manipulación tan intenso y tan siniestro como el que ha introducido José Pablo López en la televisión pública, a mayor gloria de Pedro Sánchez, claro.

Así que no es de extrañar que el presidente del Gobierno viva emocionado con José Pablo López. Y como las comparaciones son odiosas pero muy esclarecedoras, el hombre de La Moncloa no puede por menos de recordar que Telefónica, controlada por su amigo José Luis Rodríguez Zapatero, le prometió crear un gran grupo mediático afín, con dos unidades: una tele en abierto para ensalzar al Sanchismo (para eso, se nombra al hombre de confianza de ZP, José Miguel Contreras...) y el grupo PRISA (El País y la SER). Este último provocó la ruptura con Joseph Oughourlian... fuese y no hubo nada.

El proyecto era dirigido por el consejero eterno de Telefónica (lleva 18 años), Javier de Paz, y para eso se fichó al hombre que enseñó a ZP a comportarse ante las cámaras, el precitado José Miguel Contreras, quien no ha conseguido ni comprar El País ni poner en marcha TelePedro, por lo que se ha conformado con intentar hacer caja vendiendo a Telefónica vídeo sus formatos como productor de TV.

Sánchez otorgó el mando de Telefónica a ZP, pero la operadora no se ha convertido en la punta de lanza para la recuperación de la popularidad de un Sanchismo agónico sino que, encima, puede convertirse, junto a Indra, en la demostración palpable del fracaso del intervencionismo social-comunista en empresas presuntamente privadas

¿Cómo iba Movistar+ a comprar Prisa y, sobre todo, a poner en marcha Telepedro, con lo carísima que es una televisión en abierto? Pues repitiendo la operación. Atento: aquella oficina de telefonistas era una ruina, con cientos de trabajadores, así que Telefónica se lo traspasó a fondos especulativos -posiblemente una reiteración- a los que se prometía mantener un determinado nivel de ingresos tras la compra, independientemente de la marcha del negocio. Más que una venta era un crédito que el vendedor tenía que devolver al comprador... con intereses. El fondo no arriesgaba nada mientras Telefónica daba una patada hacia adelante, con un presagio de sangría de pérdidas pero a medio plazo.

Pues ahora lo mismo: negociar con un fondo (el KKR de turno, por decir algo) que comprara la mayoría, o casi mayoría de Movistar+, y que, además, se haría con PRISA -esto se cortó por la precitada oposición de Oughourlian, 30% de PRISA-, todo ello a costa de unos ingresos asegurados para el fondo.

En este esquema si, como era previsible (¿saben lo que cuesta y lo arriesgado que resulta lanzar hoy en España una tele en abierto?) resultara que la nueva Tele pero se convirtiera en un saco de pérdidas, no necesito decirles quién iba a pagar los platos rotos: Telefónica. Pero ya saben: el que venga detrás que arree, una de la máxima del Sanchismo. No, si este Javier de Paz y este José Miguel Contreras parecían tontos cuando les cambiamos por el botijo, pero no, nos han salido listos y peligrosos.

Naturalmente, no necesito recordarles que todo esto no se podía hacer con José María Álvarez Pallete en la Presidencia y que, por esta razón... ¡había que echar a Pallete de la Presidencia!

Al final, la operación TelePedro no se ha hecho y la ha tenido que hacer José Pablo López en RTVE, con nuestro dinero, Y créanme: no lo ha hecho mal. Sánchez está emocionado con José Pablo López. Éste sí que sabe.

Javier de Paz, José Miguel Contreras y Emilio Gayo han fracasado pero es igual: a Pedro siempre le quedará José Pablo

Con cargo a nuestros bolsillos ha relanzado RTVE española y ha conseguido que en ella impere un servilismo hacia Moncloa y un enaltecimiento de la figura del presidente del Gobierno, que no se hubiera permitido el mismísimo Francisco Franco. Su imagen: Silvia Intxaurrondo.

En paralelo, por esto y por otros motivos, la pareja irrompible, Sánchez-Zapatero, empieza a divorciarse. El presidente del Gobierno le otorgó a ZP el mando en Telefónica, pero la operadora no se ha convertido en la punta de lanza para la recuperación de la popularidad de un Sanchismo agónico sino que, encima, puede convertirse, junto a Indra, en la demostración palpable del fracaso del intervencionismo social-comunista en las empresas presuntamente privadas. Está claro que el Sanchismo no sabe gestionar empresas.

Claro que no toda la culpa es de ZP ni de Telefónica. Al fondo, el hecho notable de que si la imagen internacional de Pedro Sánchez anda por los suelos, lo de Zapatero es peor: ha pasado a ser un personaje perseguido por Washington y Bruselas, quizás obteniendo el triste récord que ese es el único, y lo único que ha logrado es poner de acuerdo a los europeos con los norteamericanos de la era Trump: nadie le quiere y, a ambas orillas del Atlántico, se le considera el único valedor del déspota venezolano Nicolás Maduro y el chico de los recados -introductor de la peligrosa Huawei en el Distrito C- del mayor tirano del mundo, el chino Xi Jinping.

Es igual, a Pedro siempre le quedará José Pablo.