Ha sido la semana de Santos Cerdán, de Koldo y de José Luis Ábalos. Del ex ministro aún colea su afición a las señoritas de compañía. Alrededor de estos hechos ha cundido cierto regocijo entre la población española, no acierto a saber por qué. 

Pero, naturalmente, los políticos han tenido que plantar cara al desafuero. 

Los políticos, según costumbre se han rasgado las vestiduras con el séptimo mandamiento aunque el pueblo llano ha preferido lo relacionado con el sexto y con el noveno. 

El portavoz de Podemos, Pablo Fernández, se refirió al asunto del fornicio político sin mencionar, ¡faltaría más!, el menor juicio moral. Pero hay más: no se reprochaba al bueno de Ábalos lascivia, impureza, lujuria, rijosidad o indecencia, sino sólo su actitud "machista".

Pero también la derecha se apunta al lugar común, y así he visto a personajes del PP hablando de machismo.

Pues no señor. Queridos podemitas, no es machismo: es lascivia, impureza, rijosidad, indecencia. Además, culpable es él, Ábalos, y culpable es ella o ellas, porque nadie les ha obligado a jugar ese papel sino que han cobrado por ello. Además, si lo de él es machismo, lo de ellas es feminismo, que es su contrario, como su misma semántica indica... o lo mismo pero al revés.

Ni todas las mujeres son santas ni todos los varones son demonios. Y la lascivia no es machismo, es una inmoralidad.