Progres, progras y progreros
Así están las cosas de eso que llaman "la izquierda", cada vez más desorientada, dividida y vaciada de ideología social. Claro, así no dejan de hacer el ridículo intelectual a base de ocurrencias y discursos orales llenos de faltas de gramática y en ocasiones de ortografía. La progresía en general es la consecuencia de una socialdemocracia infiltrada en la sociedad y en el corazón de muchos, pensado que era el adalid de una vida sana, libre y de progreso individual. Pero no, la cosa no es así porque después de que en la avanzada y luterana Suecia solo brilla la soledad, el individualismo y los suicidios, pero todo con mucho dinero, eso es verdad, que para las sociedades avanzadas eso es lo importante, la alta fiscalidad, para mantener la sociedad del bienestar lejos de la sociedad del bienser. Un estilo de vida relativizado y dictado por lo políticamente correcto, que quien se sale del guión debe saber decir y qué no decir, está marginado política, personal y socialmente. Hace ya varias entradas traté de libros que desmontan el teatro discursivo de los progres y que pierde actualidad. La dictadura progre, de Pablo Molina, desmenuza los tópicos argumentales de la casposa progresía donde se envuelven en la modernidad de las ideas de la cultura de la muerte, la manipulación sexual travistiendo la identidad del ser humano y resucitando iconos muertos contando una mentira histórica como la del buenazo del Ché Guevara, por ejemplo, con la estrellita roja en la boinita que queda súper cuco. También he citado en ocasiones El espectro el comunismo, de Jesús Trillo-Figueroa, quizá uno de los mejores ensayos sobre las ideas de Podemos y su banda, donde al cabo de los meses de su aparición en el circo político se ha descubierto que sus aportaciones políticas son cero y no saben más que gestionar como nadie el espectáculo y la calle, de donde no debieron salir nunca. Ahora aparece un libro que considero imprescindible para la sombría vespertina del verano, con un cafelito helado y bien cargado: Cómo hablar con un progre, de Gloria Álvarez, una guatemalteca, politóloga y experta en relaciones internacionales. Saltó a la fama en 2014 gracias a la intervención en el Parlamento Iberoamericano de la Juventud donde defendía que las nuevas tecnologías servían para controlar a los Gobiernos establecidos y poner el freno a tantos dislates políticos y de políticos que llegan al poder y luego hacen de su capa un sayo. El vídeo de su intervención ha sido visto "solo" quince millones de veces -lo pongo en número por si a alguien se le va la pinza: 15.000.000 de veces visto- y por si alguien quiere verlo les enlazo a él aquí. El ensayo en cuestión empieza con un capítulo que de alguna forma define la obra completa: Aproximación al progre: Ningún progre ha salido del pueblo pobre: todos son hijos de la burguesía acaudalada. En fin, como si Gloria conociera a los muchahotes/tas de Podemos. Luego da un repasito a los "ismos", esas adulteraciones de la paz (pacifismo), ecología (ecologismo), femenino (feminismo) para convertirlos en arma agresiva contra todos los que no piensen como ellos -esencia del ADN progre-. También trata los tópicos como el consenso (que ellos digan), la tolerancia (que ellos consideren), el diálogo (que ellos digan y con quién), la justicia social y universal, las elecciones, el referéndum, y bla, bla, bla... Sigue hablando de lo que un progre debe saber para ser un progre fetén; el trágala del estado del bienestar; la economía apresurada, sobre su concepto particular y populista de riqueza, pobreza y fiscalidad; la relaciones internacionales y la industria de la pobreza, verdadera máquina de darles votos sin devolver soluciones a sus propios votantes porque, ya lo saben ustedes, la culpa siempre es de los demás; y por último, como no podía ser de otra forma, la igualdad, la mayor falacia del discurso progre porque odian la libertad. En definitiva, un libro que se debe leer, recomendar y usar a menudo este verano durante las charlas amigables o en las cervecitas agriadas por alguna discusión, porque se divertirá viendo cómo muchos se quedan callados y otros sin saber qué decir llamándole facha, aunque no lo sea, y esas lindezas que tantas veces son un síntoma acertado de que han perdido la razón. Humberto Pérez-Tomé Román @hptr2013