Hechos de los Apóstoles, capítulo octavo. Simón el Mago, samaritano, pretende comprar a Pedro, sí, con dinero, los bienes espirituales, tanto sacramentales como sanativos. Poco faltó para que el carpintero de Galilea le tirara de cabeza... al Mar de Galilea. Desde entonces, la compraventa de bienes espirituales se califica como simonía, un sacrilegio condenado por la Iglesia desde los primerísimos tiempos.

No me extraña que los clérigos alemanes hayan acabado en la soberbia insuperable de la sinodalidad

Alemania, 2022: aunque el impuesto religioso germano se remonta -no se caigan de la silla- a un tal Adolfo Hitler-, continúa en vigor. Todo alemán, salvo que se confiese ateo o agnóstico, debe pagar un suplemento extra de aproximadamente el 9% de sus impuestos. De entrada: muchos se confiesan agnósticos sin serlo, para no pagar.  

Ejemplo: el alemán que me lo cuenta pertenece a un matrimonio con tres hijos, de clase media, que no paga el impuesto. Es católico pero la cosa le saldría por 150 euros al mes y a su mujer otro tanto, 300 euros mensuales para el sostenimiento de la Iglesia católica. 

Encima, no sé si por fastidiar, el impuesto lo pagan católicos y protestantes. Los musulmanes están exentos. 

Ese dinero va a parar a la Iglesia. Es decir, que tenemos una jerarquía alemana absolutamente desquiciada, en pleno cisma con Roma, con obispos diciendo todo tipo de necedades, ensoberbecida sin límite... pero rica. Ojo, lo es desde hace décadas, tanto que financió la venenosa teología de la liberación en todo el mundo hispano, con gran entusiasmo y generosidad. No tenían vocaciones pero sí mucho dinero. Y es que cuando el diablo no tiene nada que hacer con el rabo mata moscas.

A ver, que un sacerdote, al menos en teoría, pueda prohibir la confesión o la comunión a un feligrés porque no paga el impuesto religioso, que va a parar a la jerarquía... es algo demasiado grave.

Liga de fútbol de las religiones en Alemania. Mi familia dejó de hablarme, mi familia política dejó de hablar a mi mujer

El asunto no acaba ahí. Los obispos se convierten en ricachones que administran una cuenta de resultados. Y es renta, no patrimonio. Así que no me extraña que los clérigos alemanes hayan acabado en la soberbia insuperable de la sinodalidad y en la precitada colección de majaderías que salen por su boca.

Además, el impuesto religioso crea divisiones profundas en la sociedad. Ejemplo asimismo real: alemán católico casado con alemana protestante de otro lander: "mi familia dejó de hablarme y mi familia política dejó de hablar a mi mujer". Y es que en Alemania no hablamos de religiones sino de clubes de fútbol enfrentados, también por el presupuesto. Todo muy cristiano.

Si desapareciera el impuesto religioso, a lo mejor Alemania se recristianizaba, que falta le hace.