La ONU extorsiona el Vaticano con la grandísima exageración de la pedofilia clerical
La extorsión funciona así: señor Papa, ponga usted más curas en posición de reos. Luego, si les declaran inocentes, como al cardenal australiano George Pell, es igual, ya habremos conseguido la terrible pena de telediario y, para aquel entonces, su honor habrá quedado por los suelos.
Además, con esta campaña global ya hemos conseguido que mucha gente, diría que la mayoría del orbe cristiano, homologue la condición de cura a la de pedófilo. ¿Qué es un cura? Uno que abusa de los niños. De postre, haremos pública una carta donde acusaremos al Vaticano de proteger a los suyos (cosa más extraña, esta de que una iglesia defienda a sus sacerdotes).
Que sirve para todo, pues, de paso, pretenden acabar con el secreto de confesión
La campaña parece pergeñada por Vito Corleone: te amenazo, con mis famosos ‘relatores’ de la ONU, haré pública -airear por los cuatro puntos cardinales del planeta- que toda la jerarquía es culpable de connivencia con la pederastia al no haberme entregado a mí, ONU, que tanto amo a la Iglesia, a convictos para el sacrifico ritual del deshonor, sean culpables o no, porque lo cierto es que curas pederastas hay muy pocos, aunque uno sólo, eso es verdad, constituya un escándalo insufrible y una sensación repugnante. Pero, insisto, son excepciones a la regla.
Incluso se exige a la Iglesia que se viole el sacratísimo secreto de confesión en presuntos casos de pederastia. Digámoslo de una vez: el objetivo de Naciones Unidas no es luchar contra la pederastia sino destruir a la Iglesia.
Y cuando la pederastia ya no resulte útil para destruir a la Iglesia… la progresía legalizará la pedofilia. No lo duden.