Los libros de la semana
Hemos abierto un melón muy jugoso: las religiones posmodernas; que nada tienen que ver con la transcendencia del espíritu de la persona, sino más bien con aquellos dogmas laicos que el sistema sacramentaliza para unificar a la masa social y dirigir al individuo con más facilidad en una sola dirección. Una serie de pilares aparentemente intangibles que sostienen en pie al sistema, donde si bien las personas se ven reflejadas en ellos, al menos se siente conformado con su estilo de vida.
Primero tratamos la democracia como religión, una necesidad armoniosa para todos y que legisla, no a favor del bien común, si no hacia el bienestar, es decir hacia el materialismo que hace cómodamente feliz a todo aquel que vive en este modo de gobierno, que piensan que ejercen la libertad, incluso con sentido crítico, a diferencia de los que están fuera de ella.
Lo segundo fue el ecologismo religioso, que dota a la conciencia, al laicista, de un ser superior en el que de alguna forma siente que es poseído por la naturaleza, porque al fin y al cabo procede directamente de ella, desligándose de esta forma de su capacidad de sobrenaturalizar sus potencias, como el amor, la inteligencia o la voluntad. Una vez asumidos los dogmas de la democracia, sentirse en brazos de la Madre Naturaleza, da un gran regocijo, al tiempo de disponerse y asumir cualquier negación de ella, por la Madre Naturaleza, y autoflagelarse caso de cometer un pecado mortal, como que te gusten los toros, la caza o la pesca, o no des besos a los perros y a los gatos.
Llegó el divorció con todo tipo de alharacas y poco después el aborto de los 3 supuestos. Por fin España pudo sacudirse los complejos franquistas, católicos, paletos... Y dijo aquello de "Ahora sí semos europeos
Hoy trataré la sexualidad, esa pasión que bien utilizada es capaz de modelar la conciencia de cualquiera que esté dispuesto a disfrutar con ella por encima de sí mismo y de los demás. La sexualidad, hubo un tiempo en que fue tabú. Era algo que existía, se vivía en la intimidad sin nombrarlo y nadie osaba hablar de ello en público, excepto en dos espacios, también íntimos: la confesión sacramental y los prostíbulos.
Pero algo había que hacer si querían que la raza humana girase claramente en una dirección abierta, tan abierta que hoy la denominamos diversa. Pero antes de llegar a las consecuencias, hablemos de la neocolonización, es decir, la inducción de ideas abstractas para embutir en otros seres acríticos para que los nuevos tiempos sean consecuentes a una línea de pensamiento masivo. Sabemos que la colonización como tal, es depredadora, al contrario de lo hispánico, que era universal, por lo tanto, inclusivo y constructivo. Así podemos ver cómo cualquier colonización británica, holandesa o francesa... por ejemplo, no han dejado nunca el rastro de su cultura en los países donde estuvieron, entre otras cosas porque la relación social y jurídica era asimétrica entre colonos y colonizadores. Se explotaban las tierras, a sus habitantes, sus riquezas natales y luego se marchaban, dejando guerras y desolación tras de sí.
Pues este neocolonialismo del pensamiento, que es amparado por la socialdemocracia e impuesto por la ONU para que todos a una se dirijan hacia el Nuevo Orden Mundial (NOM), impulsando ideas y leyes pansexualistas, donde el individuo -y la individua- se sientan libres a la hora de autocomplacerse en la re-creación de su propio yo. Una semireligión ecologista que prodiga que el uso del cuerpo es libre y solo la conciencia individual puede decidir, siempre y cuando no tires toallitas por el váter. Un embrutecimiento de la razón, lejos de una verdadera libertad, que autolimita constantemente cada paso que se da en esa dirección porque, entre otras cosas, no te permite enmendarlo. Eres libre para avanzar, pero no para retornar, y si no, que se lo pregunten a los homosexuales que desean salir de ahí y cómo la ley se lo prohíbe, incluso al mismo sujeto que lo desea.
No solo inculcan obligatoriamente en los colegios las clases de sexualidad con perspectiva de género, sino que además si dices que no te parece bien, puedes acabar en la cárcel o una multa millonaria
Todo comenzó por los años '40 y la liberación de la mujer, proponiendo a las familias que tenían derechos en general, vivir mejor y a no esclavizarse con los hijos, especialmente ellas, las amas de casa, atadas en corto a la pata de la cama donde su misión -eso decía los ideólogos- era cocinar para el marido, darle descendencia y ser su objeto sexual primario. Rápidamente el pragmatismo puritano anglosajón dio carta de libertad a la mujer para ponerse a trabajar y la Segunda Guerra Mundial fue el momento propicio para que mientras los hombres luchaban y morían en el frente, ellas levantaban el país desde la retaguardia, en las fábricas de armas. Un momento clave de inflexión para que se dieran cuenta ellas, las mujeres y las madres, de que podían ser independientes, de que eran capaces de criar hijos sin el varón y aportar por ellas mismas la manutención. Luego, la píldora hizo su trabajo con la que deseaba casarse, pero no tener hijos cuando Dios quería, o la que no deseaba casarse ni tener hijos. Acababan de engendrar el nuevo dios personal, que crecía deprisa dentro de cada una. Después, el aborto, que realmente surgió como un plan eugenésico para bloquear el crecimiento exponencial de los negros americanos, pero como aquello quedaba demasiado feo, lo vendieron como un acto de liberación y equiparación con el varón, ya que este nunca se quedaba embarazado -ya ve usted qué cosas- y de esta forma, también ella decidía cuando quería estarlo, o no.
Como Estados Unidos era la potencia internacional que exportaba dinero, productos e ideas, con las abonadas tierras de liberalismo sexual, el mayo del '68 hizo lo que tenía que hacer en el resto del mundo, haciendo retroceder a las todavía infantiles socialdemocracias de los países europeos, demasiado conservadores, demasiado católicos y con ansias de libertad. España, todavía en el cajón de la dictadura, recibía inevitablemente que llegaran las noticias de aire fresco, y el que podía se escapaba a Perpiñán -o Perpignan, para los exquisitos-, para el lunes contar en la oficina la tórrida escena de El último tango en París. La democracia española tenía vocación de concordar con la Comunidad Económica Europea, la Europa de los nueve, y tuvieron que ponerse al día rápidamente. Llegó el divorció con todo tipo de alharacas y poco después el aborto de los 3 supuestos. Por fin España pudo sacudirse los complejos franquistas, católicos, paletos... Y dijo aquello de "Ahora sí semos europeos".
El resto ya lo saben ustedes: los grupos homosexualistas pidieron su cuota de poder y llegó el mesías que los liberticidas de todos los colores esperaban: José Luis Rodríguez Zapatero y legisló sobre el mal llamado matrimonio homosexual, en un acto democrático sin precedentes, atendiendo a una minoría social a la que no se sabe por qué se le da dinero y una fuerza social y mediática inusitada, que no se les da a otras minorías, como por ejemplo a las familias con hijos deficientes... Y la diversidad fue tomando terreno, aparecieron homosexuales, lesbianas, transexuales, bisexuales... Todo un abanico de "sé tú mismo" que nadie hasta entonces se había planteado y, como la cosa de ser tú mismo tira mucho, no solo inculcan obligatoriamente en los colegios las clases de sexualidad con perspectiva de género, sino que además si dices que no te parece bien, puedes acabar en la cárcel o una multa millonaria.
El neocolonialismo homosexualista está servido desde la ley, los medios de comunicación y la formación académica de nuestros hijos. Cuenta con un todopoderoso sistema para cerrar la boca a aquel que en una tertulia de radio o televisión, en el trabajo, colegio o club social, seas tachado de facha, catÓliconacionalista, radical, homófobo etc., ¡ojo, no por estar en contra! sino solo por discrepar. San Juan Pablo II propuso rezar el rosario por dos motivos principales: la paz en el mundo y por las familias. Pero la consecuencia es que de cómo sean las familias, dependerá la paz del mundo.
San Juan Pablo II propuso rezar el rosario por dos motivos principales: la paz en el mundo y por las familias. Pero la consecuencia es que de cómo sean las familias, dependerá la paz del mundo.
Relativismo e ideología de género (Voz de Papel) Pedro Trevijano. El polémico autor, en esta ocasión, hace un análisis completamente fuera del circuito políticamente correcto, haciendo hincapié en las materias que más influyen, y por lo tanto más destruyen, el tejido antropológico de la sociedad, generando la confusión más básica que es la orientación sexual y la destrucción de la familia, sacando de la nada una serie de uniones humanas que quieren tratar de equiparar también como familia normalmente constituida, hombre-mujer.
Cómo entender la homosexualidad (Sekotia) Vicente Villar Amigó y Barbara Dale O´Leary. Quizá sea uno de los primeros textos aparecidos que trataban los movimientos homosexualistas, es decir los lobbis LGTB incluso de que en España se hablara con total naturalidad de ello. Un libro que cuenta cómo se estructuran e influyen en la sociedad, qué pasos dan y captan la atención en los medos de comunicación, series televisivas o alcanzando puestos de notoriedad para normalizar esta opción sexual.
El ocaso de Occidente (Buena Nueva) Ramón Domíngez Belaguer. La obra de Balaguer, como todas las suyas, son un eje en el que siempre se circunscribe a lo que Dios quiere, cómo lo quiere, cuándo lo quiere que siempre se sintetiza en la felicidad de su criatura más amada. En este caso es lo mismo. Pero se centra en la materia posmoderna de la decadencia del ser humano. Dios es diáfano: “Varón y hembra lo creó”. El Maligno embrolla y desordena: “hoy se puede ser hombre y mañana mujer, pues uno no sabe a ciencia cierta lo que es, o no se siente ninguna de las dos cosas”. Aparece la indefinición, lo vaporoso, la tergiversación.