El ciclo de la democracia está llegando a su fin. Se nota porque cuando algo se está acabando, es como los motores viejos, que quizá no gripan de golpe pero fallan por aquí, luego por allá, las piezas de recambio faltan, hay que poner parches y al final consume más de todo para que siga funcionando.

Eso nos está pasando con la democracia, que llegó para quedarse porque daba la posibilidad de la libertad de elección y porque los candidatos eran honestas personas del pueblo que daban su vida por servir a los ciudadanos. Ahora los líderes son unos profesionales que medran en la política y hacen de esa vida su subsistencia y en muchas ocasiones la hipervivencia.

Recientemente ha llegado a mis manos un libro titulado Anarquía en acción. La práctica de la libertad de Colin Ward, un desconocido para mí. Me llamó la atención alguno de los contenidos del libro e investigué. Descubrí que se trataba de uno de los pensadores más profundos sobre la anarquía, que dicho así suena a movimiento hippy-revolucionario, pero que tiene más enjundia de la que muchos voceras dan a entender, aunque no por eso es necesario estar de acuerdo con todo lo que propugnan.

De una forma más o menos controlada, todos tenemos algo de anarquista

Colin era un escritor anarquista británico, fallecido en 2010, y muchos lo han catalogado como "uno de los mayores pensadores anarquistas del último medio siglo y un historiador social pionero". Sus múltiples libros están traducidos a muchos idiomas porque los llamados libertarios del mundo se han convertido en insaciables lectores de las ideas de este autor. Y, aunque los conservadores tendemos a que nos den repelús algunos conceptos, como este de anarquía, uno mira a su alrededor -luego lo hace por dentro- y descubre que todos tenemos algo de anarquista, más o menos controlado, es decir encauzado y dominado, porque nuestros anhelos también beben de esos aires, porque el hastío que nos ha producido la socialdemocracia, ese milagro del bienestar, ha conseguido aplastar nuestras ilusiones. Vemos nuestro futuro chato y nuestro presente desplumado.

Cito textualmente a Colin Ward del libro ya citado: “En 1848, el año del manifiesto comunista, Proudhon lanzó una magnífica invectiva que he querido incluir en el apenéndice del primer capítulo (La anarquía y el Estado): Ser gobernado significa ser vigilado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, reglamentado, encasillado, adoctrinado, sermoneado, fiscalizado, estimado, apreciado, censurado, mandado, por seres que no tienen el derecho, la sabiduría ni la virtud para hacerlo.

Ser gobernado significa estar en toda operación, toda transacción, todo movimiento, anotado, registrado, empadronado, arancelado, sellado, medido, evaluado, cotizado, patentado, licenciado, autorizado, amonestado, advertido, prohibido, enmendado, corregido, castigado.

Con el pretexto de la utilidad pública y en nombre del interés general se es puesto bajo contribución, se es reclutado, despojado, explotado, monopolizado, oprimido, exprimido, mofado, robado; entonces, ante la más leve resistencia, a la primera palabra de queja, se es reprimido, multado, vilipendiado, vejado, acosado, maltratado, aporreado, desarmado, atado, hecho prisionero, juzgado, condenado, fusilado, deportado, sacrificado, vendido, traicionado y, para coronar todo esto, burlado, ridiculizado, ultrajado, deshonrado. Este es el gobierno, esta es su justicia, esta es su moral.

Los gobiernos europeos gestionan las sociedades para convertirlas en una máquina de hacer dinero

Cuando notas que estos párrafos de 1848 de Pierre Joseph Proudhon, el padre del anarquismo, te escuecen por dentro porque ves que los gobiernos europeos gestionan las sociedades para convertirlas en una máquina de hacer dinero, con el que te dirigen a la desazón, pierdes la identidad, te adoctrinan en falsas ideologías a cambio de una supuesta buena vida, como se le da al ganado para que den una buena carne, te das cuenta de que la democracia está llegando a su fin de ciclo, sin ideas, sin moral, solo con la ética para blanquear la falta de conciencia de sus dirigentes.

Conferencias sobre la crisis (Sekotia) Varios autores. La recopilación de las conferencias que durante el 2016 dieron varios intelectuales españoles (Jaime Mayor Oreja, José Ignacio Munilla, María San Gil, Manuel Pizarro, Alberto Ruiz Gallardón Joaquín Leguina) sobre los factores, síntomas y consecuencias del desgobierno, o cuando se gobierna con la intención de encaramarse al poder convirtiendo a los ciudadanos en peones para posicionarse.

Democracia vergonzante (Última Línea) Ramón Soriano. El libro propone la sustitución de la monopolizadora democracia representativa por una verdadera democracia ciudadana: conjunción de la democracia representativa, la democracia directa y la democracia participativa, en la que converjan nuevos instrumentos de toma de decisiones políticas directamente por los ciudadanos y la creación de grupos de ciudadanos de acción política, al margen de las instituciones y los partidos políticos. En una línea muy parecida al movimiento comunitarista, que muchos tachan de utópico, pero bien podrían ser los tiempos que vienen.

Un programa para conservadores (El buey mudo) Russell Kir. Kirk, que huye del intelectual y del ideólogo como si la vida le fuera en ello, se centra en los principios fundamentales, que son la base de toda argumentación y acción posterior y que, sobre todo, son los grandes desconocidos en la política actual. “El conservador entiende que las circunstancias humanas son casi infinitamente variables, y que cualquier medida política o económica debe decidirse a la luz de las particulares circunstancias de tiempo y lugar, llámese a esto oportunismo ilustrado o, mejor aún, prudencia”.