Hoy, día 1 de mayo, celebramos sobre todo a san José y luego, si acaso, lo que caiga, especialmente en un año dedicado a la figura de este santo que el Papa Francisco ha acertado a convocar. Mayo, un mes tradicionalmente dedicado a la Virgen María, tiene toda su lógica que comience por su esposo, José. En esta ocasión solo hablaré de un libro recientemente aparecido, Josefina (Gotas Publicaciones, 2021), cuyo autor es el padre Jerónimo Gracián de la Madre Dios. Publicado originalmente allá por el lejano siglo XVI, fruto de la humilde petición de dos carpinteros al Maestro del Palacio Sacro de Roma en 1956. Los representantes de los carpinteros querían que alguien autorizado escribiese una biografía de su santo patrón, San José. Inicialmente fue desestimada la solicitud, lo que llevó a estos pobres artesanos a la desolación. Entonces el padre Gracián fue quién, después de que se lo pidiera el mismo Maestro que negó a los carpinteros aquella petición, se hizo cargo de dicho trabajo.

El padre Jerónimo Gracián, confesor y amigo personal de santa Teresa de Jesús, se lo comentó y esta sin tardar un segundo le dijo que hacía tiempo debía haber empezado con dicha faena, que agradaría mucho al Cielo y sería motivo de devoción para tantos aquí en la tierra

El padre Jerónimo Gracián, confesor y amigo personal de santa Teresa de Jesús, se lo comentó y esta sin tardar un segundo le dijo que hacía tiempo debía haber empezado con dicha faena, que agradaría mucho al Cielo y sería motivo de devoción para tantos aquí en la tierra. Sin embargo, la santa no llegó a ver el texto en forma de libro pues murió en 1582, antes de su publicación en 1609. Y, como en casi todo, la santa de Ávila acertó plenamente. El tino de dicha obra, Josefina, no es que sea un libro de teología. Más bien reafirma el valor que tiene para la Iglesia el Patriarca san José y su presencia en la Sagrada Familia, que también es una hermosa exposición escrita desde el amor de un hombre, sacerdote y santo (está en proceso de canonización) que desborda, ya que desde siempre fue devoto de san José, con lo que no hizo más que escribir sin aparente esfuerzo lo que brotaba del alma, tal cual lo harían unos enamorados. En definitiva, un texto dulce en el que, a la luz de las virtudes y excelencias, se explican y justifican por qué él, y no otro, tuvo que ser esposo de Nuestra Señora y padre de Jesús aquí en la tierra.

La estructura del libro es sencilla, teniendo en cuenta el sentido de la obra y a quién se dirigía, que inicialmente era al gremio de carpinteros, conformado por gente humilde y de recursos intelectuales muy pobres en la mayoría. Sin embargo, Josefina terminó convirtiéndose en lectura obligada para los ricos y pobres que quisieran conocer o agrandar su devoción por san José, nuestro padre y señor.

Un texto dulce en el que, a la luz de las virtudes y excelencias, se explican y justifican por qué él, y no otro, tuvo que ser esposo de Nuestra Señora y padre de Jesús aquí en la tierra

La obra se compone principalmente de cinco partes, que el autor denomina libros, en las que se exponen los títulos con los que Dios le otorgó y la Iglesia reconoció, como son: ser esposo de la Virgen María; ser llamado padre de Jesús; ser varón justo; ser ángel en la tierra o varón angélico; y por último, sabio en las cosas divinas. El texto tiene un prólogo donde Jerónimo Gracián expone y razona la escritura de la obra en la que se incluye una dedicatoria a la serenísima Infanta de España Doña Isabel Clara Eugenia, en la que no se guarda de de recomendar y exponer la necesidad de acompañarse y encomendarse a los santos, consejos nada fuera de lugar teniendo en cuenta como Europa naufragaba a las puertas de un luteranismo protestante que negaba tales gracias de los santos y nuestras necesidades de ser asistidos por ellos. También tiene una acertadísima y pedagógica introducción del fraile Rafael de la Virgen de la Antigua, de la orden de los carmelitas descalzos, allá en el convento Virgen del Carmen, en Logroño.

El texto tiene un prólogo donde Jerónimo Gracián en la que no se guarda de de recomendar y exponer la necesidad de encomendarse a los santos, consejos nada fuera de lugar teniendo en cuenta cómo Europa naufragaba a las puertas de un luteranismo protestante que negaba tales gracias de los santos 

El padre Jerónimo Gracián de la Madre de Dios, cuyo nombre antes de tomar los hábitos era Jerónimo Gracián Dantisco, nació en Valladolid el 6 de junio de 1545 y procedía de una familia bien posicionada, de hecho su padre, Diego Gracián de Aldrede, fue secretario de Carlos V y posteriormente de Felipe II. Tuvo los posibles para estudiar y sacó provecho de su esfuerzo en la Universidad, donde se inició con los cursos de Arte sin dejar de lado el Griego, que alternaba con sus clases de Lógica. Quiso entrar con dieciséis años en los jesuitas, orden en plena emergencia dentro de la Iglesia. Al terminar sus estudios en 1563 y bachillarse en la maestría de Artes, comenzó con los estudios de Teología. Se ordenó de diácono en 1569 y como sacerdote un año después. Su vida de noviciado estuvo salpicada por un maestro de novicios por el que a punto estuvo de dejar su camino de clérigo, pero entonces la priora de las descalzas de Pastrana, que era ni más ni menos Isabel de Santo Domingo -mano derecha de su fundadora, Teresa de Ávila-, le animaba y consolaba de manera por lo visto muy eficaz, hasta que por fin profesó como carmelita descalzo un 25 de abril de 1573. Después de una vida de viajes por España y por Europa, escribiendo multitud de libros todos ellos por encargo, falleció en Bruselas, Bélgica, el 21 de noviembre de 1614 siendo Primer Provincial de la Descalcez Carmelitana.

Como curiosidad solo añadiré que esta pequeña obra de amor, Josefina, la última vez que se publicó fue en 1933, en Burgos, por la imprenta tipográfica El Monte Carmelo, editado y anotado por el padre Silverio de Santa Teresa, O.C.D.