Los niños españoles siguen siendo generosos, pues enviaron 1,93 millones a los niños de los territorios de misión en 2021, que sirvieron para ayudar a más de 300.000 de ellos al financiar 334 proyectos en 34 países. De esta cuantía, la mayor parte (1,56 millones) se destinó a África. Cifras que son positivas, aunque en las que el Covid y sus consecuencias (entre ellas, la crisis sanitaria y económica) también han afectado: en 2017, los niños de nuestro país aportaron 2,76 millones con los que ayudaron a 570.000 niños de las misiones en 491 proyectos y en total, las aportaciones mundiales ascendieron a 16,94 millones y financiaron 2.828 proyectos.

Infancia Misionera “no es una ONG que hace cosas bonitas para niños, es la herramienta de la Iglesia para que los territorios de misión puedan atender a los niños”, ha afirmado el director nacional de Obras Misionales Pontificias (OMP), el sacerdote José María Calderón, sobre la jornada que la Iglesia celebra este año el próximo 16 de enero. Esta edición, bajo el lema ‘Con Jesús a Jerusalén, ¡luz para el mundo!’, es especial además porque se celebra el centenario de su constitución “como obra misional pontificia”. Calderón ha recordado que Infancia fue pionera en la defensa de los niños porque se fundó en 1843 por el obispo Forbin-Janson, cuando recurrió a los niños de su diócesis para ayudar a los niños necesitados de China, adelantándose a la Declaración de Derechos del Niño de Ginebra (1924) y también al nacimiento de Unicef (1946): “La Iglesia va por delante y la atención a los niños ha sido siempre muy importante”, ha subrayado.

Esta obra misional pontificia apoya el trabajo de los misioneros en favor de la infancia con proyectos de educación, salud y evangelización, principalmente, a los que se suma la protección de la vida al hacerse responsable de las necesidades vitales de niños huérfanos o abandonados, la entrega de material médico y escolar, la construcción y/o reparación de colegios o internados. Además, también se ayuda a adolescentes y a madres con hijos pequeños o embarazadas.

Sofía Quintans, Franciscana Misionera de la Madre del Divino Pastor, lleva tres años en Boa Vista (Brasil) acompañando a refugiados venezolanos: “a día de e hoy más de 600.000 venezolanos han salido de su tierra por la gran sabana venezolana”

Este año, en la rueda de prensa, se ha podido escuchar el testimonio de Sofía Quintans, Franciscana Misionera de la Madre del Divino Pastor que lleva tres años en Boa Vista (Brasil) acompañando a refugiados venezolanos -muchos de ellos niños- que llegan a dicho país. De su congregación están allí tres hermanas, a las que próximamente se unirá una cuarta, y representan una parte de la presencia de la Iglesia católica en la zona, que junto a otras iglesias, el gobierno de Brasil, los militares, varias ONGs y la ONU (en lo que se conoce como ‘Operación Acogida’) tratan de dar respuesta a la emergencia humanitaria que se vive en la zona, sobre todo desde 2018, cuando se produjo una salida masiva de venezolanos de su tierra: “a día de hoy más de 600.000 venezolanos han salido de su tierra por la gran sabana venezolana”. La primera ciudad que encuentran es Pacaraima y la segunda, Boa Vista, en el estado de Roraima, en el que se han habilitado campos de refugiados conocidos como “abrigos”, donde se acoge a los refugiados venezolanos de forma temporal (casi un año) hasta que puedan integrarse en la sociedad brasileña, tras un proceso a través de “emprendimientos y acompañamientos personales y espirituales”.

Quintans ha señalado que allí tienen “una presencia samaritana”, en la que tratan a los refugiados venezolanos como si fueran “el mismo Cristo crucificado el que llega a nosotros”. “Casi no traen nada, pero los venezolanos traen una mochila cargada de muchísimo sufrimiento”, ha explicado la misionera española, destacando que a los niños “les pesa mucho la situación de estrés de sus padres, son esponjas”, viven “infancias robadas”, “quieren jugar pero no pueden”.

“Casi no traen nada, pero los venezolanos traen una mochila cargada de muchísimo sufrimiento”, explica la misionera española, destacando que a los niños “les pesa mucho la situación de estrés de sus padres”

Esta Franciscana Misionera de la Madre del Divino Pastor ha narrado la historia de Michelle, una niña que quería estudiar, pero no podía porque tenía que trabajar en un semáforo para ayudar a su familia. Claro que también “hay esperanza pascual en medio de la oscuridad, porque Cristo vive y nos transforma la vida”, por ejemplo, como se puede ver en la historia de Iscar, una niña que llegó sola con 16 años, ha podido graduarse para empezar una nueva vida y perdonar a su hermano que la maltrataba. “Para nosotros no son un número, el ser humano está en el centro, Dios no se olvida de nadie”, ha subrayado, y más teniendo en cuenta que allí las cosas no son fáciles: a la trata de niños, el robo de bebés para trasplantes de órganos, la explotación sexual, las enfermedades (como la tuberculosis) y la desnutrición, ahora se ha sumado la pandemia: “Hay tantas situaciones que el Covid es algo más, tengo más miedo a otras cosas”, ha señalado y ha concluido su intervención recordando una frase del Papa Francisco: “Las fronteras son lugares privilegiados de encuentro donde puede favorecer un nosotros cada vez mayor”.