Leo el siguiente titular en prensa: "crea una cartera más rentable que los principales fondos". Habla la nueva estrella digital, que no es una persona sino un programa, o aplicación, o cachivache digital: el ChatGPT, un programa inteligente que está dispuesto a sustituir al ser humano pensante (bueno, casi siempre), que ha conseguido una rentabilidad financiera superior a la de los mejores fondos de inversión dirigidos por seres humanos. 

Si supieran los financieros cenutrios lo que me he encontrado a lo largo de mi vida de periodista económico especializado en banca, no se asombrarían tanto de la hazaña de ChatGPT. 

Perdámosle el miedo a la inteligencia artificial porque si es inteligencia es natural y si es artificial no puede ser inteligente. Claro que el ChatGPT puede superar al hombre: como que toda su inteligencia se la ha metido otro hombre y la máquina sólo supera al hombre en una cosa: ejecuta las cosas más rápido que la persona. Además, cuidado con ella: la máquina es ciega... y cruel en su ceguera. 

Por otro lado, la máquina es al hombre lo que el hombre a Dios: creatura. Entonces, ¿no se debe regular la inteligencia artificial? Pues claro que sí, igual que al hombre también hay que 'regularle' (aunque lo menos posible, porfa). Porque siempre habrá hombres ligeramente cabritos que utilicen su inteligencia para fastidiar al prójimo o para aprovecharse del prójimo. 

Pero nada hay en la máquina que antes no haya estado en el ser humano. Así que menos pensar en la rebelión de las máquinas y más en la mala uva humana.

¿Hipnotizados con el ChatGPT y la Inteligencia Artificial?: ¡Pero si es una chorrada!