Papa emérito, hasta hace solo unos días, ha escrito casi 70 libros en toda su vida y tres encíclicas durante sus ocho años de papado
Ha muerto Joseph Ratzinger, el hombre. Ha muerto Benedicto XVI, el santo. Ha muerto con 95 años sin hacer ruido en el monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano. Ha muerto uno de los baluartes de la sabiduría contemporánea. Ha muerto un hombre humilde que puso al servicio de la Iglesia universal su vida, su pensamiento, su intelectualidad, incluso su ansiada jubilación que se vio truncada cuando el colegio cardenalicio le eligió como el heredero de san Juan Pablo II, ni más ni menos. Benedicto XVI, la bisagra vaticana entre un papa santo y Francisco, un papa manipulado por los medios de comunicación que convierten su figura en un elemento crucial para la confusión del mundo.
Los libros escritos por Benedicto XVI muestran su capacidad de producción. Papa emérito, hasta hace solo unos días, ha escrito casi 70 libros en toda su vida y tres encíclicas durante sus ocho años de papado. Elegido el 19 de abril de 2005, renunció a los ocho años por motivos fundamentalmente de salud. Se retiró a una vida de silencio y contemplación a la espera de su paso definitivo al Padre, que tardó en llegar y que por fin el día 31 de diciembre de 2022, se cumplió.
Benedicto XVI, la bisagra vaticana entre un papa santo (san Juan Pablo II) y Francisco, un papa manipulado por los medios de comunicación. Ha escrito casi 70 libros en toda su vida y tres encíclicas durante sus ocho años de papado
Durante los años como primado de la Iglesia, además de las encíclicas citadas, también fue quien, en fecha tan señalada como es el 13 de mayo de 2005, inició el proceso de beatificación de Juan Pablo II, que terminó siendo efectivo el 1 de mayo de 2011. Otros de sus actos más populares a nivel internacional fue su Presidencia en las Jornadas Mundiales de la Juventud en Colonia (Alemania), y años después en Sídney (Australia) y Madrid (España). También, su vida se llena de viajes tan significativos como lo fue el de Valencia (España), para el congreso católico sobre la familia. El no menos famoso por su discurso en Ratisbona, a Baviera, que provocó una crisis con el mundo musulmán por mostrar las diferencias principales entre la evolución socioeconómica de los cristianos frente a los países musulmanes y la violencia ejercida en el mundo por razón de su fe -aunque debido a los equívocos que se dieron por la interpretación de sus palabras, ese mismo mes presentó sus disculpas-. Otro viaje más, pero este con un profundo calado jerárquico, fue el que realizó a Brasil para celebrar una conferencia con los obispos de Iberoamérica.
Sin embargo, algunos medios de comunicación, rastreramente, siguen pretendiendo hacer de su pasado leña del árbol caído. En concreto, sobre su etapa en las juventudes hitlerianas. Hay que ser muy miserable para reducir este Papa a ese titular. Su reclutamiento por las Juventudes Hitlerianas fue obligatorio y era lo normal para todos los jóvenes en aquellos años aciagos, del que siempre se desdijo y dio muestras de su rechazo a aquella ideología bestial, con su presencia y visita al campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau, en Polonia. Allí rezó por todas las víctimas del nazismo: «Yo estoy hoy aquí como hijo del pueblo alemán. (…) como hijo del pueblo sobre el cual un grupo de criminales alcanzó el poder mediante promesas mentirosas, (…) con la fuerza del terror y de la intimidación; así, usaron y abusaron de nuestro pueblo como instrumento de su frenesí de destrucción y dominio”.
Visitó el campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau. Allí rezó por todas las víctimas del nazismo: «Yo estoy hoy aquí como hijo del pueblo alemán. (…) como hijo del pueblo sobre el cual un grupo de criminales alcanzó el poder mediante promesas mentirosas, (…) con la fuerza del terror y de la intimidación; así, usaron y abusaron de nuestro pueblo como instrumento de su frenesí de destrucción y dominio”
También la canalla ignorante, educada en el odio y la mentira, quiere cargar en la memoria de Benedicto XVI los abusos de pederastia de algunos miembros de la Iglesia de la que sin duda fue el primer pontífice de la historia en afrontar abiertamente la cuestión de los abusos sexuales en la Iglesia. Muchos de aquellos casos venían de décadas atrás, pero fue durante su pontificado, entre 2005 y 2013, que el Vaticano dio la cara por las denuncias que estallaron alrededor del mundo. Sin embargo, ninguno recuerda que Benedicto XVI fue el primer Papa que escuchó directamente de las víctimas de pederastia y que entre 2008 y 2010 realizó varios viajes con ese propósito para reunirse en Washington, Nueva York, Australia, Malta e incluso en el mismo Vaticano con víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes pederastas. Benedicto XVI emprendió una lucha frontal contra la pederastia en la Iglesia católica y escribió una directiva específica cómo actuar en contra de esa lacra que no tenía lugar en el seno de la Iglesia, y en la que pide con todo rigor que los sacerdotes sospechosos sean llevados ante la justicia.
También cabe resaltar, que Joseph Ratzinger, días antes del fallecimiento de Juan Pablo II, denunció «la suciedad en la Iglesia». Y ya, como Benedicto XVI, tomó la decisión de retirar del sacerdocio al mexicano Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, por las denuncias de abusos sexuales contra niños perpetrados durante décadas.
En cualquier caso, tratar de resumir el semblante que defina la figura de Benedicto XVI en mil palabras es casi imposible. Prefiero tomar una frase que muestre cómo era y la preocupación principal que siempre le orientó en su ministerio: el hombre en la tierra y la eternidad. Quizá por eso nos animaba a tener muy presente que «el peligro mayor [...] de los cristianos es el de refugiarse en cierto moralismo para resultar más aceptables, más comprensibles en el mundo secularizado, dejando a un lado lo esencial (…). Ese moralismo puede tener, y con frecuencia tiene, objetivos realmente válidos, buenos, pero si se convierte en moralismo puro y no va animado por la fe en el Dios vivo, al final se queda sin fuerzas y sin poder cambiar realmente la vida humana».
La preocupación principal que siempre le orientó en su ministerio: el hombre en la tierra y la eternidad. Quizá por eso nos animaba a tener muy presente que «el peligro mayor [...] de los cristianos es el de refugiarse en cierto moralismo para resultar más aceptables, más comprensibles en el mundo secularizado, dejando a un lado lo esencial (…)»
Pero sin duda, acceder al texto íntegro en español del testamento espiritual de Benedicto XVI, que la Santa Sede hizo público en la tarde-noche del 31 de diciembre, nos da una idea cabal de quién fue este hombre: «He visto y veo cómo de la maraña de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo».
Una tarea difícil es recomendar libros de Joseph Ratzinger o de Benedicto XVI, por lo que pido disculpas si mis propuestas no coinciden como las mejores o más profundas para el lector.
De Joseph Ratzinger a Benedicto XVI (Encuentro), de Marco Bardazzi. Uno de los primeros libros que se publicaron sobre este Papa, que muestra su transición apostólica, de cardenal a Papa, refleja de forma sucinta su recorrido como pensador trascendente y su repercusión en las directrices que la Iglesia tomaría en el tiempo en el que fue pontífice de los católicos.
Benedicto XVI habla sobre cultura y sociedad (Palabra), de Papa Benedicto XVI. Benedicto XVI fue y ha querido seguir siendo siempre universitario, testigo directo y crítico de la sociedad y la cultura. Temas como la razón y la modernidad, el lugar de la fe en la cultura y en la universidad, las relaciones Iglesia-Estado o el laicismo y la "laicidad positiva" son algunos de los abordados en estas páginas.
El resplandor de Dios en nuestro tiempo (Herder), de Papa Benedicto XVI. Las fiestas cristianas son más que tiempo libre, y por eso son tan indispensables: si abrimos los ojos para contemplarlas nos encontramos en ellas con lo totalmente otro, con las raíces de nuestra historia, con las experiencias primordiales de la humanidad, y, a través de ellas, con el amor eterno, que es la verdadera fiesta del hombre.