Recientemente he podido escuchar un cuento de Jean-Léon Gérôme que escribiera allá por 1900, de esos que edifican, que muestran la sabiduría del alma. Dice así: Un día la Verdad y la Mentira se cruzaron: Buenos días, dijo la Mentira. Buenos días, respondió la Verdad. La Mentira sonrió plácidamente y añadió: Mejor que el día, es cómo está el lago, ¡precioso! La Verdad pensó que la Mentira diría pronto una falsedad, y quiso comprobar lo que decía, entonces se asomó para ver cómo estaba el lago y, efectivamente, el lago estaba precioso. La relación entre ambos parecía buena. Entonces, en la confianza que se había creado entre ambos, la Mentira invitó a la Verdad a acercarse hasta el agua y le dijo: mira cómo está el agua, mejor todavía que el lago e invitaba a darse un baño... La Verdad mojó la mano y comprobó que efectivamente estaba estupenda y que merecía la pena disfrutarla. La Verdad y la Mentira decidieron zambullirse juntos y recrearse con todo aquello: nadaron, rieron y charlaron de muchas cosas, hasta que la Mentira se disculpó porque tenía una cita y al salir se vistió con las ropas de la Verdad. Cuando la Verdad quiso salir del agua, vio lo que sucedía, sin embargo, le daba vergüenza vestirse como la Mentira. Al final no le quedaba más remedio que ir sin ropa hasta llegar a casa. Pero cuando la gente vio a la Verdad desnuda por las calles, se avergonzaron de ella. Desde entonces, hasta hoy en día la gente prefiere aceptar la Mentira disfrazada de Verdad y no la Verdad desnuda.

El escenario político que los pactos de Pedro Sánchez está dejando a su paso por la alfombra roja del poder, es la escenificación de la mentira vestida de verdad. Es lo que la sociedad ha aceptado de forma incontestable. La verdad ha perdido su valor moral y mentir o no, ya no es importante a la hora de acceder a los deseos personales. Pedro Sánchez y sus políticos palmeros del Gobierno y del partido no sólo aceptan que las mentiras sean moneda de cambio ordinario en la política, sino que además también lo hacen ellos con la misma desvergüenza que su líder. Si ahora toca decir que amnistía sí, cuando hace solo tres meses lo negaban a coro, es porque el mal -la falta de palabra, de honradez y de principios- es señal inequívoca de que este partido no trabaja para el pueblo, sino para ellos mismos.

Aun así, hay políticos coherentes que no se dejan mangonear. Un alto funcionario socialista en Europa, Manuel Sanchís, ha decidido abandonar el PSOE por sus diferencias con la manipulación sanchista. También está el chamarilero Emiliano García-Page, que nos tiene acostumbrado a decir cosas muy fachas como «Desde el presidente del Gobierno hasta todo el Gobierno en pleno, todos los ministros se han hartado de decir que [la amnistía] no cabía en la Constitución, y era la contestación que se le daba permanentemente a Esquerra Republicana. Por tanto, que lo que no cabía en la Constitución quepa de un día para otro, esto, de entrada, como comprenderán, es enormemente grave». Pero poco después García-Page se comporta como todos los de su partido, achantado y sumiso a lo que mande su amado líder, porque sabe que puede salir por la puerta en la próxima purga de las que su secretario general ejecuta con aquellos que no aplauden como lo hacen los seguidores de Kim Jong-un, ¿o acaso se abstendrán los diputados castellano-manchegos como repulsa a esta nueva fechoría de su presidente? Pero no culpemos de todo solo a la casta socialista. También son responsables aquellos que después de que les hayan mentido repetidamente en su cara durante la legislatura pasada, son corresponsables de lo que sucede. Votantes sordo ciegos, y tontos, que no son capaces de pensar en la España que dejan a sus hijos porque la memoria de sus abuelos se lo impide.

Desgraciadamente, los partidos buitre -independentistas y filoetarras- son más coherentes. Tan coherentes como el psicópata que dice a la víctima que lo va degollar y lo hace. Saben que el mentiroso es débil por naturaleza y que no ofrecerá resistencia porque su farsa es la soga que lo estrangula. La foto de la indignidad en la que hace una semana Pedro Sánchez aparecía junto a la portavoz de EH Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua, no es más que el lavado de memoria, hasta dejarla en blanco, de cuando esta señora fue acusada de apología de terrorismo en 1984. Una foto que oculta desvergonzadamente los cadáveres de doce socialistas que murieron por no ser como Pedro Sánchez, pues de lo contrario seguramente todavía seguirían vivos.

Esta foto es la consecuencia de cómo el ciudadano ha llegado a estar esclavizado fiscalmente, sujeto a leyes ideológicas y adormecido socialmente… ¡y tan contentos! Es la foto definitiva que muestra los pasos de gigante hacia la nada que se han dado en España desde que se constituyese como una democracia liberal moderna, con una Constitución que nos ponía a todos los españoles igual frente a la ley, que hoy ya no es así. La Constitución del 78, debido al manoseo torticero de los políticos, ha demostrado ser un panfleto lleno de agujeros, quebradizo, que cualquier trilero es capaz de violar y volverla a dejar en su sitio como si allí no hubiera pasado nada. ¡Ay, de los responsables del Tribunal Constitucional y sus interpretacionesConde-Pumpido, ¡agradecido estómago dispuesto a doblar la cerviz por su obediencia al amo!

Despierta (Libros Libres), de Alex Rosal. Me ha llenado de alegría la aparición de este libro, sobre todo por su autor, editor desde hace ya muchos años y observador social, que le ha llevado a escribir sobre los “bárbaros” del siglo XXI, que se hacen llamar pomposamente “progresistas”. Estos bárbaros van tejiendo una telaraña gracias a las políticas de cancelación, el dominio del Poder político sobre la prensa, la creación de un alarmismo apocalíptico, el avivamiento de resentimientos, divisiones y luchas sociales, la distracción permanente de la población o la conformidad, entre otras.

Crítica de la razón crítica (Sekotia), de Jonathan Ramos. Este filósofo argentino ensaya con la idea de la progresía que se autoconsidera como una élite intelectual y que no es más que la evolución lógica del pensamiento fácil edulcorado de eslóganes y cuyo argumentario no pasa de la propaganda sentimentaloide y pobre. El libro -un ensayo de 352 páginas- recorre los derroteros culturales que desde la biblia se han venido dando hasta la deconstrución absoluta del sentido común y la desaparición total del bien común. Por cierto, está prologado por Agustín Laje.

La Transición en España. España en transición (Aguilar), de Alfonso Pinilla García. La política de destrucción institucional a la que se está sometiendo a España desde los políticos y sus intereses partidistas merece un repaso histórico a fondo de la transición que no cesa y su viaje a ninguna parte.