El tema viene de lejos, pero no puede estar más de actualidad. Desde hace unos meses el equipo femenino de baloncesto Ponce de Valladolid cuenta con un patrocinador: la clínica Ginemédica. Abiertos desde el año 1987 acompañando a las mujeres en su salud ginecológica, sexual y reproductiva, es decir, "la única clínica autorizada legalmente por la Junta de Castilla y León para practicar abortos de alto riesgo". 

"Creemos que la salud sexual y reproductiva es esencial para las personas, las parejas y la sociedad,  y que todas las personas pueden ejercer sus derechos sexuales y reproductivos de una forma libre, autónoma, responsable, segura y satisfactoria". En otras palabras, el patrocinador de un equipo de baloncesto femenino es un abortorio.

Por supuesto, y como no puede ser de otra manera, también ofertan servicios de ginecología: es decir, en una sala te hablan del bebé y de cómo está y en la sala de al lado, se deshacen de él.

Como decíamos, el patrocinio no es nuevo, pero el fondo de la cuestión está a la orden del día. Durante años hemos pasado de la despenalización del aborto a tratar el aborto como un derecho. Es lo que en Hispanidad hemos repetido muchas veces: la Blasfemia contra el Espíritu Santo, llamar al bien mal y al mal bien. Ahora abortar es un derecho y en poco tiempo será obligatorio. 

Se pide que el aborto sea legal, seguro, gratuito y libre. Legal, seguro y gratuito ya lo es, y detrás de ese libre se esconde, no muy escondido la verdad, el reclamo de Tedros, de la OMS y de Europa: aborto hasta el mismo momento del parto, sin límite de tiempo ni de motivos: que una mujer pueda acabar con la vida de su bebé sin tener que dar explicaciones en cualquiera de las 40 semanas de embarazo. Campaña en la que ya está España metida.

Lo del equipo de baloncesto es un ejemplo más, es un acto de normalización, por supuesto, disfrazado de empoderamiento femenino. 

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Y más, lo hemos dicho en los Juegos Olímpicos, y lo repetimos en este caso, ¿ningún deportista va alzar la voz?

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