El otro día me sorprendí cuando vi como las mujeres de este llamado país, España, celebraban el “Día de la Mujer” el 8M. ¿Y ello por qué? Pues porque el espectáculo, o espectáculos que vi, no tienen nada que ver con las mujeres con las que he convivido, y con las que he conocido en mi vida y conozco actualmente.

Aquello en vez de una celebración gozosa y alegre por ser mujer, y celebrar el estatus conseguido después de mucho tiempo y esfuerzo, por lo menos con toda certeza en nuestra querida España, parecía una reunión, no de mujeres, ni femeninas, ni feministas, sino de posesas: salvando siempre las excepciones que hay en cualquier reunión o manifestación, de las personas que van engañadas.

Por encima de todas destacaba una, no se decir cuál, que por sus gritos, sus eslóganes, su forma de moverse y sus manifestaciones, me impresionó por el odio que rezumaban. Esa fue mi percepción, hoy que se habla tanto de este término.

La mujer es el ser más excepcional de este mundo. Sin ella, no existiríamos. Sin ella, no habría madres que dan la vida y en consecuencia, a efectos humanos, desapareceríamos de esta tierra, del mundo y del universo.

Y eso el hombre nunca lo igualará, porque no puede. Como el hombre tampoco llegará a tener su ternura, su sensibilidad, su intuición y sobre todo su fortaleza y su capacidad de sacrificio. Todo ello lleva a la feminidad que es la identidad de la mujer y no tiene nada que ver con el feminismo que no deja, con todos los respetos, de ser más que un activismo ideológico.

Nada de esto vi en las manifestaciones en líneas generales, y en la que hablo de forma particular. Parecían poseídas por el diablo.

Feminidad es la identidad de la mujer y no tiene nada que ver con el feminismo que no deja, con todos los respetos, de ser más que un activismo ideológico. Nada de esto vi en las manifestaciones en líneas generales

Era la única explicación evidente, la existencia del maligno. Las palabras malsonantes y procaces que volaban por el aire, los gritos, las pancartas, el odio al hombre que se palpaba, no podían salir más que por influencia del padre de la mentira. 

Y aquello me retrotrajo al principio, cuando la mujer fue tentada, con lo de seréis como dioses. Ya que la mujer tiene un defecto-cualidad que es la vanidad; y ahí está su punto débil. El ataque que está recibiendo es brutal: deja de ser madre porque tiene que realizarse, tiene que igualarse al hombre para tener independencia, y tiene que ser infiel, porque el hombre -pobre y estúpido hombre- le es infiel. Y así va perdiendo su espíritu de sacrificio alegre, que es el que sostiene a este mundo; su fortaleza, que es la que sostiene a la familia y los hijos; su sensibilidad y su ternura, que sostienen el amor; y cambia todo por el egoísmo y la vanidad. Y como psíquicamente suele ser más fuerte que el hombre, ahí gana la batalla. Sobre la base de unos supuestos que son mentira.

Mas afortunadamente no todas son así, acabarán dividiéndose y terminaran defendiendo el ser mujer y ganando la guerra. Esa es la esperanza.

Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, detrás de una gran mujer siempre hay un pobre hombre. Si se estudia la historia veríamos que en un gran porcentaje, este dicho o axioma se suele cumplir. Por eso hay primeras damas y no primeros hombres.