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La familia se sustenta en dos principios fundamentales: el amor humano y la proliferación de la especie. El primero es de orden sobrenatural, puesto que el amor es un rasgo divino heredado, reflejo de "su imagen y semejanza"; mientras que el segundo es más de orden biológico, natural. Ambos son el completo de lo que somos, criaturas terrenales. A diferencia de las demás especies, no nos movemos por instintos, aunque los tengamos, sino por un orden de libertad y transcendencia. C. S. Lewis lo explica muy bien y viene a decirnos que cuando el ser humano, en un momento determinado de su historia fue insuflado de un alma por deseo del Creador, la inteligencia y la voluntad se distanciaron de las reacciones instintivas acercándose a la libertad y al amor. Libertad que podemos usar bien o mal -eso es lo que tiene ser libres- y el amor podemos prescindir de él en nuestros actos o deseos.
La familia, desde entonces, ha sido el sostén natural de cualquier sociedad en cualquier momento de la historia. Es un orden jerárquico, siempre con los matices oportunos que las circunstancias sociales imponen de alguna forma, con sus aciertos y fracasos, pero siempre a la luz del uso de la libertad y el amor como motor de unión.
Hoy, la reingeniería social propone otros modos de unión entre personas, a las que también pretenden llamar familia, no porque no se les ocurra inventar nombres que especifiquen a cada una de esas variantes de uniones de hombres y mujeres, sino porque pretenden equiparar en un igual a lo que no es ni semejante. No olvidemos que hablamos de reinventar al ser humano, provocar una nueva antropología que justifique la desarticulación de la persona. Y hago este aviso porque el empeño de aplicar el rodillo de la tabla rasa y llamar a todo lo que se una familia es la mejor forma de que al final nada lo sea, ni tan siquiera la familia propiamente dicha. En este catálogo de familia, sólo considero verdadera las de hombre con mujer, porque las demás no puedo considerarlas como tal, aunque las respete como agrupación de personas.
Hoy, la reingeniería social propone otros modos de unión entre personas, a las que también pretenden llamar familia, no porque no se les ocurra inventar nombres que especifiquen a cada una de esas variantes de uniones de hombres y mujeres, sino porque pretenden equiparar en un igual a lo que no es ni semejante
La familia, que se construye en base a un hombre y una mujer, unidos por amor y en libertad, tiene como objetivo la procreación, no el único objetivo, ni tan siquiera el primero de ellos, aunque no por eso se pueda relegarlo a la nada por conveniencia interesada. Esa unión de hombre y mujer ordena las vidas personales y, como consecuencia, la sociedad queda estructurada en un orden natural, cuyos resultados son la justicia, la proporcionalidad y la estabilidad. Reconozco que la realidad en ocasiones puede ser diferente, pero no porque esta forma sea defectuosa, sino por lo ya dicho anteriormente: la libertad podemos usarla bien o mal.
Hay tres formas que la sociedad considera válidas para acceder a la unión de hombre-mujer: el matrimonio sacramental, la unión civil y las parejas de hecho. Las tres son consentidas por el mero hecho estético, sin embargo en el rango moral son bien distintas. Tienen sentido y profundidad en base a un concepto: el compromiso personal, que se adquiere con uno mismo, con la otra persona y la vida.
Dicho esto, considero el de mayor compromiso, aquel que la libertad y el amor compromete más: es el matrimonio sacramental. Ambos juran ante Dios, la Iglesia y los hombres el respeto ante cualquier circunstancia futura de salud o posición económica hasta la muerte. Ese compromiso es un alto asentimiento de la trascendencia. Quizá sea esta la razón de la caída en picado de los matrimonios eclesiásticos, de los que incluso muchos de los que hoy se celebran, según expertos canonistas, son nulos desde su origen...
Con la unión civil pasa un poco lo mismo, pero se pierde la trascendencia del acto porque esa decisión, en sí mismo, lleva la negación de Dios y la religión, y no me refiero exclusivamente a la católica. Aún así, la unión civil es mejor que nada porque ordena a las personas y a la sociedad. Existe un compromiso responsable personal, como los bienes y sus consecuencias. También de los hijos, que quedan amparados en ese compromiso compartido que obliga a ambos en iguales condiciones.
Las parejas de hecho son la nada aunque la administración haya dado cierta carta de validez jurídica como por ejemplo la pensión heredada o los efectos testamentarios. También -si ambos quieren- pueden reconocer o no a los hijos. Esto no obliga a asumirlos sino han sido reconocidos por parte del padre. Pero es otra vez el amor el que conlleva a que se es el padre o la madre de la criatura. He dicho "excepto" como si fuera poca cosa, cuando por el contrario es el máximo exponente que nos compromete a lo largo de la vida.
Guía ilustrada para una convivencia familiar inteligente (Toromítico) de Antonio Ortuño y Luis Benedicto. Nuevos tiempos y nuevos retos. Los autores reconocen que la familia se encuentra en el ojo del huracán de una sociedad en cambios y demasiado deprisa. Las claves que van a encontrar los lectores es que las familias potencian las estrategias motivacionales que favorezcan los cambios de aquello que no funciona en la convivencia cotidiana. Resultará de utilidad a una cantidad muy diversa de familias ya que aporta una metodología que pretende, sobre todo, ayudar a los padres a que sus hijos e hijas, en definitiva, sean buenas personas. También muy útil para profesionales con relación y contacto con familias: profesores, educadores, orientadores…
A las 9 en la luna (Sekotia) de Daniel Arasa. Este autor es un experto en relaciones familiares. Sus años de conferencias y trato con familias, así como la fundación de asociaciones familiares para reforzar su formación y consolidación, le ha llevado a escribir este libro -que al principio era solo un detalle para su propio aniversario de bodas-, donde recoge la experiencia de vida de un matrimonio con años, hijos, nietos y todas la variantes que la vida se encarga de enredar, lo que le hace repasar lo andado y reconocer que nunca nada se pierde si el amor entre marido y mujer sigue vivo y avivándolo.
El amor que da vida: El maravilloso plan de Dios para el matrimonio (Rialp) de Kimberly Hahn. Es la 5ª edición de este libro, que se compromete a descubrir al lector los misterios del amor duradero, el compromiso firme de los propósitos que un día se hicieron con más ilusión que realidad. En definitiva, el maravilloso plan de Dios para el matrimonio, revelado en la Sagrada Escritura y desarrollado en el magisterio de la Iglesia Católica.