El pasado 15 y 16 de marzo se celebró en Barcelona el XV Congreso del PSC, donde Pedro Sánchez quiso proteger a Salvador Illa como candidato a la presidencia de la Generalidad de Cataluña para las próximas elecciones del 12 de mayo. En la clausura del acto, Sánchez se dirigió a su parroquia, a la que espoleó con demagogia fiscal y dijo: «No hay nada más antipatriota que defraudar a Hacienda porque con los impuestos, todos y cada uno de nosotros que pagamos, financiamos los hospitales públicos, la educación de nuestros hijos, la dependencia y las jubilaciones de nuestros mayores». ¡Vaya, digno discurso de un populista demagogo que solo mira afuera y se olvida de lo que tiene en casa!

Es verdad, los impuestos son para eso que dicen, que sin duda redundan en el bien común -aunque según se aplique-. Lo malo es que parte de esos impuestos “patriotas”, también termina reculando en la trama de Koldo, en prostitutas y ciertas sustancias en la trama del Tito Berni, en el caso Filesa, en los ERE, en el caso Roldán, en el caso Malaya, en el caso de los Pujol, en la Gürtel, en el caso Mediador, en Mercasevilla y en otros miles de casos de corrupción política más que no llegan a la luz pública. Los impuestos también sirven para financiar los viajes del presidente y su mujer en el Falcón, o el de las señoritas de Podemos cuando fueron a New York y, cómo no, los viajes de Yolanda Díaz… También pagamos impuestos para pagar los intereses de una deuda pública con los se embarga a varias generaciones venideras. Dicho esto, uno puede plantearse que lo que verdaderamente es patriota es no pagar impuestos, o pagar lo menos posible de nuestro esfuerzo diario para sobrevivir.

Los impuestos son “patriotas”, pero también terminan reculando en la trama de Koldo, en prostitutas y ciertas sustancias en la trama del Tito Berni, en el caso Filesa, en los ERE, en el caso Roldán, en el caso Malaya, en el caso de los Pujol, en la Gürtel, en el caso Mediador, en Mercasevilla 

Pero es que señor Sánchez, la patria no es el Estado. La patria es aquello que nos reconoce a todos a través de una cultura homogénea que nos ayuda a reconocernos a nosotros mismos, un espacio con elementos vitales que nos hace iguales entre nosotros y ante la ley. La patria es una realidad geográfica y una historia que nos enraíza en un futuro común. La patria, te lo explica en un minuto Paloma Hernández en su canal de Fortunata y Jacinta. En cualquier caso, hablar de patriotas y patria en los términos en que lo hace nuestro presidente, que debería ser el máximo garante de qué es la patria, por ejemplo para defenderla frente a Mohamed VI o los independentistas, solo muestra su bajo nivel intelectual y su política exclusivamente interesada en sí mismo.

No hemos llegado hasta hoy con discursos de esta índole sin querer. Llevamos cayendo algo más de cuarenta años hacia un vacío total, donde los políticos discuten en el Congreso sobre quién es más corrupto y nunca de lo que verdaderamente deberían hablar, que es de los problemas reales de los ciudadanos… ¡Que también para eso pagamos impuestos!

Pero ojo, la decadencia no solo es intelectual -o precisamente por eso también lo es-. Si no por la baja o inexistente moralidad de los políticos. De esto quería hablar, del estado moral de la sociedad, porque no se olviden que los políticos que nos representan son el reflejo de la sociedad mayoritaria, y que cuando la sociedad se manifiesta contra la corrupción de unos u otros, lo hacen sin pararse a pensar que están ahí porque antes los votaron ellos. Y peor, que las corrupciones que hacen sus líderes, también las practicarían ellos si la vida les diera la ocasión de tener el puesto que alcanzan sus políticos.

Muchos piensan que la moral es un acto o pensamiento religioso. Muchos están muy equivocados, porque la moral humana es ajena a la religiosidad de las personas, o en todo caso la religión hace un aporte trascendente de la moral. La moral hace referencia a los actos humanos, es decir, al discernimiento entre el bien y el mal. No hace falta ser practicante de una religión para saber que robar, matar o mentir está mal. Tampoco hace falta aclarar que quien lo hace y lo justifica es un inmoral, y que por eso es un ser corrupto que no dudará en corromper a los que se encuentren en su entorno para trabajar corruptamente en común. Por eso, cuando en un partido político hay corrupción, todos están en el ajo, de forma activa o pasiva, al menos como cómplices con su silencio.

España no tiene solución si no hay un empeño tozudo, incluso vehemente si fuera necesario, en retornar a la moral. Hay que abandonar la ética relativista de la estética de moda. Tenemos que buscar un cambio real por parte de los políticos y del uso del dinero público. Desmantelar las redes clientelares de las subvenciones a partidos políticos, sindicatos y plataformas sociales reconocidas como chiringuitos ideologizantes. A reconocer que el interés general no es lo mismo que el bien común, que es el objetivo último y principal de la ley y la política.

Política moral (Capitán Swing), de George Lakoff. Se argumenta que los conservadores y los progresistas tienen dos diferentes modelos conceptuales de la moral. Los conservadores tienen una moral del padre estricto en que las personas hacen el bien a través de la autodisciplina y el trabajo duro, todo el mundo debe cuidar de sí mismo. Sin embargo, los progresistas tienen una moralidad protectora, en la que todo el mundo debe ayudar a los demás.

El conocimiento moral (Rialp), de Margarita Mauri Álvarez. Este libro plantea un interesante recorrido por diversas formas de explicar el origen del conocimiento moral, conocimiento que nos permite valorar actos y formas de ser. Desde autores como Shaftesbury, Hutcheson o Hume, que ven en el sentimiento moral el motor de nuestras valoraciones morales, a autores como Scheler, que ponen en la intuición de los valores la esencia de la moralidad.

Libertad y política (Página indómita), de Hannah Arendt. Este ensayo ofrece una visión panorámica de las diferentes interpretaciones de la libertad: un recorrido histórico y filosófico que abarca desde los presocráticos hasta el presente, y que analiza la intrincada conexión entre política, libertad y acción, algo que en estos tiempos de cancelación, populismos y cultura woke, adolece totalmente.